Casi ya la media noche, cansada de un largo día de trabajo, dentro y fuera de casa, me dispuse a recostarme un rato en el sofá, con la intención de distraerme un rato mirando la televisión.
Al poco tiempo, me di cuenta de que era incapaz de centrarme en ella, cambiaba de canal una y otra vez, buscando algún programa que lograra llamar mi atención y parar aquel frenético ritmo de mi mente.
Mi cabeza no paraba de dar vueltas, pasaba de unos temas a otros rápidamente, parecía un “mono loco” saltando sin parar de rama en rama.
De vez en cuando se paraba y me hacia revivir con “pelos y señales” algunos momentos complicados de mi existencia, haciendome participar de las mismas sensaciones que tuve cuando fueron reales.
No había forma... enojada me levanté de un salto, apagué el televisor y me fui al cuarto de baño.
Al entrar me miré al espejo y me dije. - ¿ Qué te está pasando Laura ?
– Me miré fijamente a los ojos, intentando ver algo en la profundidad de los mismos.
De Inmediato, sentí un escalofrío que recorrió toda mi espalda, desde el coxis hasta la nuca y me hizo estremecerme. Sentí en lo más profundo de mí ser, la llamada angustiada de mi espíritu.
Nuestro universo mental es creado por nuestros pensamientos, todo lo que vemos es lo que pensamos.
Pero en aquél momento comprendí que “la Liberación”, “El Nirvana”, no es la exclusiva de ninguna religión o corriente filosófica, ¡Estaba dentro de mi¡ Era una chispa invisible que estaba deseando prender la madera de mi cuerpo.
Cuando mi mente me estaba llevando al límite, entre las tinieblas de mis pensamientos, apareció la Luz entre la oscuridad de mis pupilas.
Una gran fuerza interior llenó de aire mis pulmones, levanté los brazos, cerré los puños fuertemente... y mirándome fijamente ante el espejo, grité enérgicamente. - ¡ Vasta ¡ - .
La liberación de aquella carga mental que no me dejaba en paz, fue inmediata. Las neuronas de mi mente quedaron tan aturdidas ante mi enérgica expresión, que decidieron romper antiguas conexiones y empezar a generar nuevas.
Comprendí, que como me trataban los demás no era mi problema, mi problema era como reaccionaba Yo.
Comprendí, que debía Amarme a Mí Primero, para poder Amar a los demás.
Comencé a sentir el Amor hacia Mí Misma.
Ese Amor lo irradiaba a los demás simplemente con mi presencia; una pequeña sonrisa, un gesto, una mirada, un “lo siento”, un “gracias”, un “perdón”.
¡Ahí cambio mi vida. Ahí empezó, mi liberación!...
© 2014 Por Javier Muñoz
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Re-Publicado por ANSHELINA, la Luz que llama a despertar
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