Señor Presidente:
No creo que sus lecturas juveniles lo hayan tentado a leer a Voltaire. Pero su proclividad a la mentira es tal, que quizás alguna vez, usted se haya tropezado con esta frase del impío filósofo francés: “La mentira es vicio sólo cuando acarrea males; pero es virtud cuando causa bienes. Seamos pues virtuosos mintiendo como demonios”. Pero si me dijeran que esa frase se la inventaron usted y su fórmula vicepresidencial, lo creería. Les viene muy bien porque Dios los hizo y el diablo, padre de la mentira, los juntó.
Esa frase se me vino a la memoria cuando ustedes se exhibieron en los medios televisuales, el miércoles de ceniza, al salir de un templo de Envigado, de una ceremonia con la cual no deben haber estado muy familiarizados, ostentando unas cruces tan bien elaboradas como diseñadas para feligreses VIP y aterrizaron luego a departir informalmente con unos jóvenes en un mentidero popular. No andaba trabado nuestro popular poeta Julio Flórez, cuando escribió inspirado: “Todo nos llega tarde. Hasta la muerte”. Bienvenido su catolicismo tardío y publicitario, para disimular la resaca de sus andanzas por las toldas de la masonería y otros embelecos juveniles.
Mirando el show religioso que ustedes protagonizaron que no pareció ser otra cosa, me acordé de lo que se inventaron algunos moralistas para referirse a aquellas mentiras aparentemente inofensivas que los moralistas llaman “piadosas”, y releí la entrevista de Yamid Amad a Vargas Lleras, publicada en El Tiempo del 1 de Mayo de 2.010. “Yamid: ¿Llegaría a trabajar dentro del gobierno de Juan Manuel Santos? Vargas Lleras: No hombre: Si no acepté el ministerio de defensa con Uribe en 2.006, no lo haría en el próximo gobierno. Yamid: ¿Se puede creer eso? Vagas Lleras: “¿Qué tengo que hacer, quiere que se lo jure?”. Microreportaje histórico muy comprometedor.
¿Qué tal? Y esta es la hora en que ni siquiera los periodistas que no perdonan, han sacado a relucir esta mentira. ¡Qué desmemoriados son ustedes los políticos en su oportunismo y el pueblo colombiano no se queda atrás! Aquí aplica aquella frase del escritor Edward Murray: “Una nación de ovejas engendra un gobierno de lobos”.Y qué bien les viene a ustedes dos aquella frase del columnista de El Tiempo, Eduardo Escobar: “no hay peor lobo que el que se niega a aullar”, que es lo que ha venido haciendo el postulante a vicepresidente, con un silencio de casi un año y que rompió de repente, cuando usted Presidente, lo tentó con las mieles del poder, para reincidir en su intemperante locuacidad.
Pero el amnésico no es sólo el pueblo colombiano. Yo diría que el más desmemoriado es el Doctor Vargas Lleras. Los que no padecemos amnesia, nos estamos preguntando cómo se atrevió a dar a Yamid ese microreportaje bajo la gravedad de juramento, que lo convirtió en perjuro el día en que le dijo a Santos ante las cámaras de televisión, “Soy su soldado incondicional”. ¿Por qué no se lo había dicho antes y ¿cómo lo olvidó tan ligero? El perjurio es un delito punible para todos y un pecado para los creyentes.
Lo que yo no sabía es que ustedes eran creyentes como yo, o que se convirtieron la semana pasada. Pero cuando los ví exhibiendo la cruz de la ceniza cuaresmal en sus frentes, me tocó asumir que estamos militando en las mismas huestes religiosas. Esas confesiones mutuas que se dan y se reciben inescrupulosamente, en nada se parecen al balido de una oveja, sino a los aullidos de los lobos que son ustedes y por más que lo intenten, no van a lograr esconder las orejas. “Que los compre el que no los conozca”.
Pero ya el pueblo colombiano los conoce con sus taras políticas familiares de vieja data, contadas en “El Tío”, ese libro que su tío abuelo decomisó y quemó, para taparle la boca a sus críticos, que es su verdadera carta de presentación, con su historia de deslealtades, en las cuales ustedes son campeones y que son parte de la historia patria contemporánea, como maestros del arte de mentir y de traicionar a mansalva. Qué bien les vendría aprenderse de memoria para tratar de proyectarlo en su vida pública, aquel sabio y filosófico proverbio español: “El bien de la lealtad por ningún precio es comparado”.
Acabo de leer “Santos- La Hiena”, de Ricardo Puentes Melo, del 30 de marzo, de 2.014, donde afirma que su condición de desleal y su capacidad de mentir es tanta, señor presidente, que ya parece que usted va a aportar a la Real Academia Española, los nuevos verbos que para traicionar y engañar se le han ocurrido a su ingeniosa imaginación, como “cantinfliar” y “santiar”, ante la indiferencia general. Solamente que ante semejantes cantinfliadas, unos lo denunciamos, mientras otros se hacen los locos, halagados por las promesas que usted les hace de esta vida y la otra, con las que los tiene hipnotizados, ante el espejismo de una paz negociada a espaldas del pueblo, y que usted, presidente, anunció como la “paz total”, el 4 de marzo, en su discurso de inscripción de su campaña presidencial, para después repetir el mismo cassette en su primera aparición como candidato, en recinto abierto, en Barranquilla, la plaza electoral por excelencia de la feria del voto en la Costa Atlántica.
¿Qué busca, Señor presidente, tratando de engañar al pueblo colombiano? Esa “paz total” facilista que usted anunció en la plaza de su tinglado electoral que cambia votos por almuerzos, no es más que un espejismo para engañar a ingenuos. No es otra cosa que lo que ya denunció Mauricio Vargas en El Tiempo del 10 de Febrero de este año: “La promesa de paz total, es casi un insulto a la inteligencia de sus electores”. La paz no es obra de magia. No es posible reconstruir en un discurso y en un día, lo que se ha perdido en más de cincuenta años.
Los que creemos en la palabra bíblica, como la voz de Dios y somos muchos, estamos convencidos de que “la paz es obra de la justicia”, principio sabio que proclama la Iglesia católica, que ustedes dicen profesar y que no acopla en una negociación cómplice de impunidad. No sobra estar alerta porque como escribió Frederin Shopin, “las dificultades que se evaden, serán fantasmas que luego nos desvelarán”. No nos venda ilusiones, Señor Presidente, porque llegará el momento en que tendrá que despertar de la pesadilla de una paz comprada con impunidad, y de grado o por fuerza, tendrá que optar por la alternativa que un día planteó Felipe Pérez, un escritor colombiano de vieja data: “Es preciso ahorcar a los bandidos, antes que los bandidos ahorquen a la sociedad”.
Y no me vaya a argumentar que nosotros no somos un Estado militar, sino democrático. José Manuel Marroquín, aquel poeta santafereño en cuyos poemas los debieron iniciar a usted y a su fórmula vicepresidencial en las artes literarias, nos dejó una enseñanza en su estilo jocoserio, que hoy le quiero dedicar:
“En Colombia que es la tierra
de las cosa singulares,
dan la paz los militares
y los civiles la guerra”.
Así de sencillo.
Con la paz no se juega Señor Presidente, porque la paz es algo sagrado. Voy a hablarle al fervoroso católico que usted pretende hacernos creer que es y no al mañoso Maquiavelo que sí es y que pretende deslumbrarnos con sus artificios, o con su carta debajo de la mesa como el más astuto tahúr del país, en su empeño de hacerse elegir por segunda vez al cargo público más ambicionado, porque ignora que no es lo mismo tener un cargo público, que ser una carga pública.
La paz es algo sagrado, desde aquella noche en que los ángeles bajaron al pesebre de Belén y le cantaron al Verbo hecho carne en la persona de Jesús: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. Y desde entonces, su saludo familiar era, “la paz sea con vosotros” y por eso la Iglesia lo llama con toda propiedad, “Príncipe de la paz”. Belén en su episodio de la salvación, fue la que inspiró a David para que escribiera en el Salmo 85-10: “La justicia y la paz se besaron”, lo que no es simplemente poesía, sino la piedra angular de una sociedad cristiana. Justicia y Paz son indisolubles y usted no las puede divorciar.
El Apóstol Santiago, en el capítulo 3, versículo 18 de su carta, se dirige a los gobernantes de su época en estos términos: “Los que procuran la paz, siembran en paz para recoger como fruto la justicia”. Es decir, que un gobernante que como usted ofrece “la Paz Total” de su discurso de Barranquilla y de la cháchara camuflada y las “mentiritas piadosas” que nos presenta su mefistofélico Doctor De la Calle, desde la siniestra mesa de la Habana, tendrá que ponerse en paz consigo mismo, porque nadie puede ser agente de paz si no tiene paz en su corazón y en su conciencia.
Nadie se opone pues, a que usted se presente a una reelección, con la bandera de la paz como emblema, pues San Pablo en su carta a los Romanos declara: “Bienaventurados los pies de los que anuncian la paz”. Pero si nos atenemos a la sentencia de Isaías, (48-22), que “no hay paz para los malos”, dudo mucho que un gobierno como el suyo nos lleve a la paz, en donde los menos favorecidos languidecen muy a pesar de sus optimistas encuestas y en donde la justicia es la cenicienta, y se mueve al arbitrio de los de cuello blanco, pero excluyendo a de los de ruana, porque aquí parece que sí se cumple un famoso proverbio popular, pero a la inversa: “La justicia cojea pero no llega”. Y lo que se dice de la justicia, aplica a la salud, porque a usted no le enseñaron aquel famoso aforismo latino: “Mens sana in corpore sano”- “Mente sana en cuerpo sano”.
Usted nos prometió una reforma radical a la justicia colombiana, que sería un reto para América. La tal reforma ha sido un fiasco. El pueblo colombiano se burla de ella y sufre las consecuencias, en medio de la delincuencia e impunidad más agresivas. ¿Sabe usted siquiera quiénes y en dónde archivaron el proyecto y ha hecho algo para buscar a los culpables y enjuiciarlos ? Y en materia de salud, ¿en qué paró la reforma igualmente anunciada, de ambiciosas pretensiones para cubrir honrosa y eficientemente la atención médica, especialmente de los más pobres de Colombia? ¿Cuáles son los avances que hemos dado en materia tan crucial, en un país donde da miedo enfermarse? ¿Cuántos hospitales o centros médicos con camas y servicios suficientes se han abierto en el país en su gobierno de las “vacas gordas”, para que los enfermos no se mueran tirados en camillas en el piso?
El pueblo no olvida ni perdona y a todo abusador y promesero un día “se le llena la taza”. Por eso no se extrañe cuando el país le pase la cuenta de cobro. Tanta promesa incumplida suena a abuso y burla. ¿Qué fue de la reconstrucción de Gramalote? ¿Qué del traslado de por lo menos 12 poblaciones de lugares de alto riesgo a tierra firme? ¿Y qué del sueño que nos vendió y nos sigue vendiendo por una segunda reelección, para hacer de Colombia el país de las maravillas? “Obras son amores y no buenas razones”.
Entonces va a ver usted el costo que va a pagar por haberse excedido ofreciendo al pueblo “el oro y el moro” y haberle mentido en materia grave. Lo remito por si acaso, a “Espuma de los acontecimientos” - “Ventajas y Riesgos de la Ambivalencia” de Abdón Espinosa Valderrama, El Tiempo, Abril 2-014: “La ambivalencia del candidato Jefe de Estado no sólo acarrea problemas en los temas de paz, sino en otros muy diversos”, mientras el demagogo que es usted, quedó consagrado en la foto del chontaduro de El Tiempo de abril de 2.014, que todos los colombianos hemos visto asombrados de su capacidad para mentir, como campeón del teatro bufo.
Le dejo para que se la aplique, una sentencia de Don Marco Fidel Suárez, el “Presidente Paria” que sí honró la silla que usted ocupa y aspira a seguir ocupando “hasta que la muerte nos separe”: “En la vida culpable de los reyes, no son vicios los vicios, sino leyes”. Y ni usted ni sus posibles reelectores pueden olvidar que en materia de Estado, como el bien común prima sobre el bien particular, la regla de oro debe seguir siendo la que nos legó el derecho Romano: “SALUS POPULI SUPREMA LEX EST- LA SALUD DEL PUEBLO ES LA LEY SUPREMA”.
Dios lo guarde Señor Presidente y nos guarde de usted y acompañe al pueblo colombiano a las urnas de la democracia, cuyos poderes pretende capitalizar en su provecho, y allí, Él que es la verdad, le enseñará a usted cómo castiga la mentira, “derribando a los reyes de sus tronos y exaltando a los humildes”, (Lucas-1-52).
BERNARDO MERINO BOTERO.
Bogotá Abril 9 de 2.014.
Re-Publicado por ANSHELINA, la Luz que llama a despertar
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