martes, 21 de septiembre de 2010

DE: BERTHA... "Todo Empieza con Un Sueño"... Final...

Cuando cayó la tarde fui hacia el albergue. Necesitaba descansar un poco y refrescarme. La veredita perfectamente señalada me dejó en la entrada. La construcción parecía un panal de abejas, en forma de hexágonos; los recintos contenían una delicada habitación, fresca, rústica pero perfectamente diseñada y acogedora. Quería quedarme ahí para siempre.



Los humanos de la Nueva Tierra, estamos recuperando el paraíso heredado a fuerza de chispazos de luz y creatividad pura. Para ello, es necesario ser portadores de autenticidad, de impecabilidad, y de amor verdadero; nuestros atributos naturales como Adanes y Evas Kadmón, hijos creados por los Elohims, nos afloran naturalmente cuando dejamos atrás nuestras vanas ilusiones. Y así caminando a paso apresurado para no encontrarnos con la noche, vimos venir al calce de nuestro horizonte los circundantes sauces de nuestra aldea reluciente.

No sé, pero el sólo hecho de sentirnos ya cerca, empezó a despertar en nosotros ese placer profundo, secreto y misterioso de sabernos ya en casa. Salieron los perros a recibirnos gustosos, sacudiendo frenéticamente sus colas, así les decimos, "perros", pero en realidad son coyotes de la zona, que solitos fueron haciendo sus guaridas a nuestro lado y sin que nadie se los pidiera, y se han convertido por voluntad propia en nuestros guardianes... están hermosos, son una familia de despeinados dorado y negro bigotones. Hasta los más chiquitos aullan con fuerzas insospechadas las noches de luna llena.

Al entrar, nos dimos cuenta que todos estaban ya en la esplanada dedicada a nuestros ritos y danzas. Esta esplanada bordeada de árboles frutales y diseñada con forma laberíntica, a base de piedras de distintos colores, era el punto de encuentro clave, especialmente los días de cambio de luna. En el centro ardía ya el fuego tenue, y a las orillas, las antorchas replicaban el resplandor del elemento, que no pretendía opacar a la luna, sino matizarla con su dulce y vibrante misterio.

Todos nos dispusimos para danzarle a la dama. Listos y relajados, los tambores empezaron a marcar las pautas. el ritmo de la sincronía perfecta, tejida de unicidad, del sabernos uno solo, como órganos orquestados dentro de un mismo sistema... Los coyotes corrieron a acomodarse en manada, observantes y complacidos. Hombres y mujeres descalzos, niños, jóvenes y ancianos, todos hermanados, todos bajo un sólo latido, todos a un mismo paso.... meciéndonos y caminando... haciendo la danza, y la luna que va y viene y las nubes que le hacen la magia disfrazada de faena, se asoman los cuernos, se asoma la cola... y todos nos besamos las manos en la marea de la luz inagotable.... mil caracolas resuenan en nuestros oídos, las sirenas cantan, abajo duendes y hadas se abrazan.... nos desprendemos del suelo, subimos y bajamos.... las dimensiones se vuelven una y nos colamos entre ellas; seres de todos los tonos, de todos los colores se nos agregan.... el cielo nos observa silente y maravillado; mil ojos de lechuzas nos sobrevuelan, la chicharras se alegran y cantan....

Y después sólo hay risas, abrazos, lágrimas de amor que alimentan los manantiales de agua; preparamos un brevaje y lo ofrendamos a nuestra brillante hermana, la luna de los misterios ancestrales; ella lo bendice y lo impregna de su conocimiento. Nos regala en él, el sabor de nuestra historia, de nuestra evolución, de nuestro linaje... bebemos y reímos más todavía, y las luciérnagas que pasan cerca, nos chisporrotean de otras luces y nos embriagan de placer, haciéndonos sentir la unión con el todo, el orgasmo cósmico, el amor manifiesto en sí mismo...¿Y pensábamos que vivíamos mientras estábamos atrapados en la cárceles de las urbes de cemento? el sólo recuerdo parece absurdo, ésta es la verdadera vida, omniosa y bella.

En la cocina ya empezaba la segunda parte de la faena, chocolate espumeado y batido, las jícaras prestas para ser llenadas de éste exquisito regalo de la tierra, el cacao. Pinole recién molido, chileatole en jarrito de barro, tostaditas de alberjón molido con chilito y epazote. Toritos de cacahuete bautizados de mezcalito, para los soñadores con los pies en la luna, jamoncillos de pepita para las damas mayores, que gustan del dulce en sus labios antes de ir a la cama. La vida es una eterna fiesta, ¿a quien se la habrá ocurrido lo contrario?.....

Después de la merienda y alegres de haber dejado todo alzado y listo para la mañana siguiente, los desvelados, y amantes de la dialéctica, nos acercamos al espacio dedicado a las "charlas". Esta "palapa" por llamarla de alguna manera, estuvo diseñada desde un principio para dar cobijo y crear un espacio aislado del ruido, donde poder meditar y charlar las actividades y puntos de encuentro de los integrantes del grupo. Sus paredes hechas de botellas de PBC llenas de agua, le dan al espacio una sensación de blindaje y te hacen sentir como si estuvieras dentro del corazón de la misma aldea. Por eso su forma es así un corazón, guardado y aislado, un lugar donde uno puede llegar al centro de uno mismo. Ahí, ésta noche de luna creciente, dispusimos hablar sobre las nuevas formas de cuidado del agua. Se intenta en cada una de las pláticas de llegar a acuerdos y dejar sentados por lo menos diez lineamientos a aplicar subsecuentemente.

Es una delicia... el ver como cada quien tiene ideas brillantes y creativas que aplicar. Cómo la suma de las intenciones crea y precipita la materialización de los deseos. Sé que no me lo van a creer, más si sus mentes son más lógicas que intuitivas; pero en una buena charla de éstas, se construye más que en los viejos laboratorios y campos de experimentación del viejo sistema. El tiempo ni se siente aquí dentro, en éste recinto dedicado a la creación, desde el origen de uno mismo, ahí donde se conecta con la fuente. Así que una vez dispuestas nuestras propuestas, nos despedimos para darle descanso al cuerpo.

En el camino a mi cabaña, los jazmines y hueles de noche me acompañaron con sus olores placenteros. Mis pies estaban rendidos, pero mi corazón les mandaba señales de amor y agradecimiento, mitigando sus pesares. Al entrar me dirigí al baño y puse una rondana de agua caliente aderezada con una gotitas de romero y de sándalo, enjuagué mis pies en ella, y luego de meterme en mis pijamas, caí en mi cama planchada hasta el más profundo de los sueños... a lo lejos oía el pasar de la noche, oía a los ángeles susurrándome bendiciones, y oía al viento que nos felicitaba.... En su ulular decía…. humanos Divinos, bienvenidos de vuelta al Reino.... Dios hace mucho que los esperaba.....

El visitante.....

Pensé que era imposible que alguien lograra algo así. Ya me habían contado de la idea de crear una comunidad consciente; sin embargo a mi me sonaba a ”sueño de ilusos” generado por las consciencias naif de éstos tiempos.

Pero ese día me invitaron a pasar un fin de semana con ellos y yo me dispuse a asistir, como para constatar mi como siempre gusto por tener la razón y así quedar satisfecho.

Llegué muy de mañana, pretendiendo que de ésa manera me rindieran más los días. Tomé la desviación que decía “Comunidades Cosmoterra”, y me sorprendí al encontrarme con un camino rústico, perfectamente delineado por unos pinos que lo aislaban del resto del paisaje. Entrar en él, me dio la sensación de caminar dentro de un túnel, que sin pretenderlo, me conectaría a una “otra” realidad.

Llegué a una área de estacionamiento techada por unos árboles frondosos, con unos señalamientos discretos que anunciaban que ése era el lugar indicado para los visitantes. Los mismos señalamientos, también marcaban las rutas de acceso para los coches de los habitantes del conjunto. Mi primer encuentro con la aldea fue un espejo de agua rectangular, enmarcado de flores blancas y amarillas, cruzado por un puente que conectaba con una barda de gruesos bamboos. Me dio una impresión de frescura y armonía tal, que inevitablemente despertó más mi curiosidad por conocer el resto.

Crucé el puentecito para encontrarme con un portal donde me sonreía una sonora campana de cobre, la cual toqué tres veces. Volví a contar hasta tres, y me abrió una mujer de trenzas gruesas con un vestido blanco largo bordado. Su cara reflejaba una envidiable serenidad, sólo me dijo: “joven ya lo esperábamos.” Cruzando la puerta de acceso, hecha de una extraña mezcla de bamboos y aljanenes, me esperaba un recibidor coqueto con sillones de mimbre donde fui registrado, me recibieron mi maleta y me obsequiaron con una deliciosa horchata, la mejor que he tomado en mi vida, sin duda alguna. La mujer de trenzas iba descalza, y me dieron unas ganas enormes de hacer lo mismo, ella con una sonrisa me invitó a quitarme los aprisionantes guaraches que llevaba, como si me hubiera leído con su corazón el pensamiento.

La fui siguiendo por una veredita; el lugar pareciera un pueblito de otra dimensión. Tenía una pulcritud, una sintonía, y un respeto por todo, que se respiraba hasta en el aire. Incluso las mariposas y los pájaros parecieran entender éste encanto, y sus vuelos y cantos dotaban la vista de un matiz único y diferente.

Llegamos al comedor del recinto. Todos me recibieron con un abrazo y una sonrisa. Las palabras sobraban. Me senté en una de las mesas y ya me estaba esperando un delicioso jugo de mandarina. Al dar el primer trago, mi corazón reverenció el sabor de las frutas recién cortadas. Mis compañeros de mesa me señalaron la mesa con los manjares, que cada quien toma, sin medida ni recuento. Cada quien consume lo que apetece. Frutas de mil colores, nueces, huevitos en cazuela, frijolitos de olla, tortillas humeantes de un amarillo color de sol, el epazote que induce al apetito y el café que seduce hasta al alma.

Después de dar gracias, me quedé enamorado del recinto dedicado a lo más sagrado que es la alimentación. En la charla del desayuno, comentábamos en la mesa sobre el arte de “estar nutrido”. Saber alimentarse del arte, del color, del sabor, de la gratitud y del placer, más allá de los alimentos. Y no por ello perder el gusto por la exquisitez de la naturaleza.

Todos los habitantes de cosmoterra son seres evolucionados, amantes del amor, por lo que es sencillo relacionarse con ellos. Me invitaron a su jornada de ese día. Y empezamos por ir a visitar a las personas que tienen sus cabañas de manera particular en la aldea. El recorrido consiste en dar asistencia humana a quienes cohabitan en ese lugar. Una señora mayor canadiense se mecía en su pórtico. Entramos a saludarla. Comía a gusto una guayaba, pero sus ojos denotaban mucha nostalgia. Nos recibió contenta. Platicamos con ella de su país y de su gente. Ella disfrutó al contarnos tantas bellezas y tantos recuerdos de su corazón. Después de un rato la dejamos relajada y satisfecha. Se hace tánto con tan poco. Simple soporte emocional, bueno así me lo hicieron entender.

Hicimos después una visita al huerto. Las personas que lo atienden, parecen arrancadas de otros tiempos. Algarabía, felicidad, feliz comunión, y apenas puedo describir lo que sentí ahí bajo los árboles de pistaches, de aguacate, de limón y naranjas entre otros. ¡Brillan, literalmente brillan!.

Hicimos una pequeña ceremonia antes de la comida. Una dedicada a la lluvia, para alentar al cielo a bendecirnos con sus aguas. Se invocan las 7 regiones cósmicas, se ofrenda, se danza y se canta. No sé si yo ya estoy loco, pero las nubes llegaron de inmediato y aunque no llovía, la respuesta era evidente como si el cielo de veras atendía el llamado. Ese lugar de las ceremonias tiene un encanto muy particular. Toda su magia es su piso. Estaba hecho de diferentes piedras y tierras. Con trazos geométricos, que me contaron tenían que ver con la geometría sagrada. Como un laberinto que descubres con los pies descalzos. Y rodeado de flores, que según me contaron, florean distinto en cada estación del año, diferentes colores... diferentes aromas. Increíble.

Comimos en el comedor que tiene un espacio como de terraza. Agustísimo. Las pláticas que se escuchan, te hacen pensar que estás dentro de un simposium, pero no, la gente ahí adentro es así. No habla de nada que no sea transcendental.

Cuando cayó la tarde fui hacia el albergue. Necesitaba descansar un poco y refrescarme. La veredita perfectamente señalada me dejó en la entrada. La construcción parecía un panal de abejas, en forma de hexágonos; los recintos contenían una delicada habitación, fresca, rústica pero perfectamente diseñada y acogedora. Quería quedarme ahí para siempre. Me aventé boca arriba a la cama y me desprendí de todos mis sentimientos humanos. El lugar lo estaba logrando, ahí adentro dejas de ser un humano común y corriente. No sé como lo hacen, pero te sientes conectado con el universo y con el misterio de la vida. Pensé:¿ será a esto a lo que nosotros llamamos DIOS?

Me bañé delicioso, descansé y me incorporé a una meditación que habría antes de la cena. Este otro lugar, es lo más místico dentro del recinto. Para entrar en él, debes de ser iniciado. Y esto sólo se hace bajo la estricta libertad de quienes lo manejan y de quienes deciden experimentarlo. Me comentaron que es el corazón de la ecoaldea. Así que por eso debía presentarme limpio de cuerpo y alma. Hicieron en mi una limpieza con el sahumerio, una alineación de chakras, me pusieron a mantralizar y a decir tres veces: Desde mi YO soy el que SOY acepto entrar a la gran comunidad humana del paraíso de Dios. Entonces entré a este recinto de tres pisos que te va llevando y subiendo hasta el círculo de la luz eterna.

No debo describírselos, me dijeron que no lo hiciera. Su misterio lo guardo conmigo y los dejo pensando en él, para que sus almas sientan el llamado a ser parte de este GRAN SUEÑO: el REGRESO a CASA, la conexión con el UNIVERSO.


Por: Maria Bertha Martínez

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"Somos quienes la VIDA espera para dar a luz una Nueva ERA, somos los hijos de la Nueva Raza Humana... el sexto Sol es nuestra herencia..."

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