" Bastante largo ... pero Muy Interesante "
Nos encontramos parados frente al poderoso Sanat Kumara, el Logos Planetario de la Tierra y Regente de Venus. Rami Nuri y Djwhal Khul, como sus consejeros, estaban a cada lado de él.
Febrero 7 de 2015
Queridos:
Somos los Arturianos. En nuestra última reunión hablamos sobre la Iniciación, incluyendo la secreta y Sagrada Iniciación del Amor Humano. El concepto de Iniciación puede ser bastante confuso, especialmente la Iniciación del Amor Humano. Consecuentemente queremos compartir con vosotros la historia de dos Iniciados. Uno es masculino, RaHoTep quien hablará de su Iniciación en el Antiguo Egipto; y la otra es femenina, Matia, que hablará de su Iniciación en la Antigua Delfos. Por causa de que sus historias son bastante largas, RaHoTep compartirá este mensaje en esta reunión; y Matia compartirá el suyo en nuestra siguiente reunión.
Todos vosotros tenéis realidades pasadas y/o paralelas, en las cuales habéis pasado por vuestras iniciaciones y habéis servido a Gaia como Grandes Iniciados. Presentamos estas historias para ayudaros a entender mejor el proceso de Iniciación, así como para encender vuestra memoria de vuestras propias “vidas de Iniciación”. Sabemos que habéis tenido estas vidas de Iniciación porque vemos vuestra Aura; y porque habéis encontrado vuestro camino hasta nuestro Corredor. Cuando RaHoTep y Matia cuenten sus historias, permitid que vuestras propias historias de Iniciación salgan a la superficie de vuestra consciencia.
En esta reunión presentamos a RaHoTep:
Queridos, estoy feliz por compartir mi historia con vosotros. Mientras miro a todos los que están en el Corredor, el Corazón se llena de alegría al ver a tantos Iniciados. Espero que mi historia os sea de alguna ayuda y/o consuelo en vuestro propio proceso de ser vuestro verdadero YO Multidimensional en la vida diaria. Discernir entre las ilusiones de nuestro temor y la verdad de nuestro YO, es un desafío más difícil de lo que nos podríamos imaginar. Vuestra tarea es aún más desafiante, pues debéis encontrar y completar vuestras grandes Iniciaciones mientras también estáis llamados a completar vuestras tareas diarias de supervivencia en la 3ª Dimensión.
Yo vivía en una realidad en la cual quienes resultaban prometedores para obtener la Iniciación eran enviados al Templo a estudiar. Cuando mis padres hubieron hecho mi carta de nacimiento, supieron que mi destino no estaba con ellos, sino en el Templo. Quizá por eso nunca sentí el Amor de ellos en mis primeros años. Fue solamente hasta cuando entré al Templo a los cinco años de edad que experimenté el Amor que una familia puede ofrecer. Estudié y serví mientras era niño y adulto joven. Mi juventud en el Templo estuvo llena de amorosas instrucciones y maravillosos amigos. Yo sabía que algunos en el Templo no compartían mis sentimientos, pero Yo amaba cada minuto. Yo sentía como si finalmente hubiera llegado al Hogar.
Comencé mi Iniciación Final en mi primer Retorno de Saturno, cuando tenía 28 años de edad. Yo sé que esta edad puede parecer muy corta, pero Yo había estado en el Templo desde los 7. Los profesores me dijeron que consideraban que Yo estaba listo para tomar la Iniciación Final, pero tendría que esperar hasta que recibiera mis instrucciones internas. Se me dijo que les informara cuando mi Guía Interno, Radula, me dijera que era el MOMENTO. Esta instrucción llegó poco después de que mis profesores habían dado su permiso. ¿Cuántas vidas había tenido que tener para prepararme para este momento? Una ráfaga de vagas imágenes de esas vidas pasó por mi ojo mental. Profundamente dentro de mí, Yo sentía un llamado del destino aún no manifiesto. Yo estaba excitado, así como asustado.
Yo sabía que los tres resultados posibles de esta Iniciación eran: Éxito, locura o muerte. Las segundas dos opciones no eran aceptables para mí. Aunque Yo no temía a la muerte, pues sabía que era solamente un receso, sentía que aún no había cumplido el propósito de mi encarnación. Yo no quería que todos los años de estudio y trabajo fueran solamente para mi provecho personal. Quizá cuando terminara mis iniciaciones, sabría mejor cuál iba a ser mi servicio.
Al fin llegó el día. Había luna llena y Yo estaba listo. Había estado alojado en las instalaciones localizadas bajo la Esfinge, construídas especialmente para quienes esperaban Iniciación. Desde este alojamiento solamente había un corto camino por el desierto hasta la Gran Pirámide, donde cada iniciado pasaba siete días y siete noches en las profundas entrañas de la Pirámide. Estos siete días con sus noches se utilizaban para revisar vidas y lecciones pasadas. Si pasaba la primera parte, Yo sabía que habría más, pero se guardaba estricto secreto sobre el resto de la Iniciación.
Como esperaba, no pude dormir la noche anterior. Al amanecer llegaron a mi puerta tres Sacerdotes encapuchados, precisamente cuando los primeros rayos del Sol despuntaban en el horizonte. No se intercambiaron palabras. Los Sacerdotes me condujeron desde mi cuarto hacia el desierto. Siempre me había encantado el desierto al amanecer y en el ocaso, precisamente cuando el Sol se elevaba o caía en el horizonte. Los horizontes en Egipto eran infinitos, tan infinitos como el Espíritu.
Mientras seguía a los Sacerdotes hasta la Gran Pirámide, reflexioné en el suave fulgor dorado de la Luz. Mientras el desierto daba la bienvenida a un nuevo día, Yo le daría la bienvenida a una nueva vida. Sentí una cálida anticipación que correspondía a la rápida aproximación del calor del desierto. Yo era uno con toda la naturaleza. Los vastos paisajes del Mundo externo estimulaban mis visiones internas para prepararme para el despertar. El desierto estaba tranquilo, como mi mente; y una cálida brisa gentil acariciaba mi rostro como diciendo: “¡Buena suerte!”
Como respuesta, sonreí; y silenciosamente seguí a los Sacerdotes mientras entrábamos en la Pirámide. Aún cuando el Sol apenas se había elevado sobre el horizonte cuando los Sacerdotes y Yo entramos en la Gran Pirámide, Yo no estaba preparado para la oscuridad total que nos rodeaba. Uno de los Sacerdotes llevaba una pequeña lámpara de aceite.
Ésa la única cosa que Yo podía distinguir mientras bajábamos cada vez más en la Gran Pirámide. En mis lecciones Yo había aprendido que la oscuridad total de la Pirámide estaba destinada a prepararnos a encarar nuestra oscuridad interior.
Finalmente llegamos a una pequeña puerta de madera de diseño muy simple. A la lumbre de la única lámpara pude ver las vetas de la madera, un pestillo dorado y una cerradura abierta. Los Sacerdotes me encerrarían en este cuarto durante siete días con sus noches, totalmente solo. Ellos abrieron la puerta, me condujeron al interior y me dieron instrucciones de que me sentara sobre una sencilla estera de papiro en el piso de piedra. La lámpara de aceite fue colocada en una repisa a mi derecha, junto con un pequeño odre de agua.
“Esta lámpara solamente arderá durante tres días con sus noches. Después estarás en total oscuridad”.
Éstas fueron las primeras palabras que dijeron los Sacerdotes. No dijeron más. Oí cerrarse la puerta; y el pestillo se cerró con un suave chasquido. Cerré los ojos y comencé a meditar. Durante esos siete días repasé mis lecciones de esa vida y de todas las otras. Fui una y otra vez a la tierra de los muertos para hacer penitencia por cualquier cosa que hubiera hecho mal. Repasé todas las lecciones que había recibido en todas las vidas a las que tenía acceso. No recuerdo el chisporroteo de la lámpara de aceite ni haber alcanzado el agua. Solamente recuerdo el suave chasquido del pestillo. Este primer sonido externo en siete días, me precipitó de vuelta a mi cuerpo físico.
Cuando los Sacerdotes entraron en la habitación, vi sus rostros encapuchados a la Luz de otra lámpara de aceite que tenía uno de ellos.
Los saludé lentamente con la cabeza para mostrarles que aún estaba vivo y consciente. En respuesta movieron ligeramente la cabeza y me hicieron señas de que me uniera a ellos. Me tomó un tiempo pararme; y cuando lo hice, no podía caminar. Me apoyé en la pared e hice que la fuerza vital regresara a mis piernas que habían estado cruzadas en una sola posición durante siete días. Los Sacerdotes tomaron de la repisa mi lámpara de aceite y el odre, ahora vacíos; y esperaron pacientemente. Cuando fui capaz de caminar, me condujeron fuera de la habitación.
Yo no sabía para dónde íbamos, pero sabía que puesto que había sobrevivido a la primera parte de la Iniciación, se me permitiría hacer la siguiente. Los vestíbulos interiores de la Pirámide estaban tan oscuros como antes, pero ahora mis ojos se habían acostumbrado a ello. La pequeña lámpara de mis tres guías brillaba para mí como una estrella para seguirla. Al comienzo los guías caminaron lentamente para permitirme acostumbrarme a mi cuerpo, pero aceleraron el paso tan pronto como supieron que Yo podía seguirlos. Bajamos, bajamos y bajamos.
Yo había aprendido que la Cámara de Iniciación Final estaba en alguna parte profunda bajo la superficie del desierto, exactamente bajo el ápice de la Gran Pirámide. Finalmente llegamos a lo que parecía un callejón sin salida. Delante de nosotros había un muro de piedra. Los Sacerdotes no parecieron desanimarse por este giro de los eventos y formaron un semicírculo frente al muro. Mientras Yo permanecía a un lado esperando lo que ocurriera enseguida, cada uno de los Sacerdotes comenzó a cantar un tono, del cual pensé que seguramente surgía del núcleo de su Alma.
Al comienzo su entonación parecía al azar. Pero gradualmente, comenzó a poderse discernir un patrón hasta que hubo un crescendo de bellos tonos armoniosos. Mientras el canto se extinguía en la oscuridad que nos rodeaba, fue reemplazado con un estruendo sordo. Gradualmente, el muro comenzó a moverse hacia la derecha. Tras esta simple barrera pétrea había un par de magníficas puertas doradas ornamentadas y grabadas.
Mientras las puertas se revelaban lentamente, Yo sabía que había visto estas puertas antes en mis meditaciones. Uno de los Sacerdotes se aproximó a las puertas doradas y puso una mano en cada puerta. Las puertas estaban tan bien balanceadas que con el más ligero empuje giraban para abrirse hacia un gran salón. Los Sacerdotes me hicieron señal de que entrara. Las puertas se cerraron rápidamente tras de mí. Otra vez oí el estruendo sordo de la pared ocultando cualquier traza de la Sagrada Cámara de Iniciación.
La brillantez del salón me cegó. Nunca había experimentado semejante iluminación estando en forma física. Lentamente, lentamente, mis ojos se acostumbraron a la Luz y comencé a examinar el salón. Este salón no era de mi Egipto.
Había domos y pilares con incrustaciones de lapislázuli, esmeraldas, rubíes, diamantes, amatistas; y joyas que Yo no pude identificar. Colores que Yo nunca había visto estaban pintados sobre los muchos grabados, estatuas y figurines que parecían moverse como si estuvieran vivos. De alguna manera supe que todo en el salón era muy antiguo y tenía una fuerza vital mayor que cualquier cosa que Yo hubiera conocido. Ésta era una arquitectura que Yo solamente había visto en mis viajes internos a Atlántida.
El gran domo central albergaba una pirámide más pequeña que era más una vibración de Luz que una estructura física. Anubis y Toth, los antiguos Dioses Egipcios de la Iniciación, estaban dentro de la Pirámide, a cada lado de un gran sarcófago. El sarcófago estaba montado sobre una plataforma de oro puro con escalones de plata que subían por el lado derecho. El sarcófago estaba hecho de una sustancia que Yo no había visto antes. Instintivamente supe que esta sustancia no era de este Planeta y había sido dada a la Tierra hacía milenios, por sus primeros habitantes.
El sarcófago estaba tallado ornamentalmente con el mismo estilo no-Egipcio de las paredes que me rodeaban. Sentí que aunque el sarcófago era opaco, podría volverse translúcido si la mente del observador hiciera las alteraciones apropiadas. Anubis me hizo un gesto para que entrara en el sarcófago; y Toth asintió. Esta vez tampoco hubo comunicación verbal.
El viaje desde la puerta hasta las escaleras de plata, fue el más largo de mi vida. Mientras subía los pocos escalones, me di cuenta de que si vivía para volver a bajar por ellos, sin duda no sería la misma persona que antes.
Me tendí dentro del sarcófago. La sustancia era dura como la piedra; y sin embargo suave y cálida como la piel. Sentí como si estuviera volviendo a entrar al útero. Las rígidas paredes planas parecían moldearse lentamente alrededor de mi forma mientras me acomodaba en el sarcófago. Pensé que no podría moverme aunque hubiese elegido hacerlo. Luego Toth inclinó la cabeza sobre el borde del sarcófago y me hizo 3 preguntas en un lenguaje desconocido. Yo no sabía cuáles eran las preguntas, pero intuitivamente supe que sin duda eran preguntas; y que mi supervivencia dependía de mis respuestas.
Envié un llamado a mi Guía Interno, Radula, mientras veía que la tapa del sarcófago me encerraba lentamente en mi tumba. Silenciosamente, la tapa se afirmó para significar mi transición. Yo estaba solo.
Si permanecía demasiado tiempo en la tumba, moriría. Dentro había poco oxígeno, así que si Yo iba a mantener vivo mi Yo físico, tendría que llevar mi consciencia hasta las dimensiones superiores de tal manera que pudiera alimentarlo con el Espíritu. Yo sabía que Yo no podría abandonar mi cuerpo a través de mi Tercer Ojo como lo había hecho muchas veces antes. Busqué en mi interior un Portal para usarlo para liberar mi Espíritu del confinamiento de su forma física. Comencé a sentir que dentro de mí surgía un profundo temor, pero lo obligué a desaparecer. ¡No me podía permitir experimentar una emoción que hiciera descender mi consciencia!
“¿Dónde está el Portal hacia tu YO Superior?”
Ahora había entendido la primera pregunta. Recordé el canto de los Sacerdotes fuera de la puerta de piedra. Yo no podía usar mi voz, pues había muy poco oxígeno como para desperdiciarlo, pero sentí la vibración del canto tal como con los tres Sacerdotes. Puesto que mi consciencia no estaba limitada a una voz Humana, Yo podía cantar las 3 partes a la vez. La melodía y la frecuencia calmaron mi temor y elevaron más mi consciencia.
Me encontré concentrándome en un Portal dentro de mi cabeza, en el núcleo mismo de mi cerebro. Mientras continué entonando, algo sólido, como una puerta de piedra, comenzó a abrirse; y tras ella estaban las mismísimas puertas doradas que había visto al entrar en este salón. Estas puertas se abrieron hacia adentro. Otra vez pase a través de ellas y las sentí cerrarse rápidamente tras de mí. Al comienzo no vi nada más que Luz Dorada, la cual abrazaba a cada célula y a cada átomo de mi forma y de mi consciencia.
Luego, lentamente, a la distancia, vi que se comenzaba a formar un vórtice. Comenzó a remolinear, lentamente al principio; y luego cada vez más rápido. Era dorado, plateado, azul, violeta; y con los otros colores que antes había visto en el salón, fuera del sarcófago. Sentí una atracción a entrar en el vórtice; y con mi decisión para hacerlo así, repentinamente estaba precisamente ante mí.
Caí hacia su núcleo y me encontré girando cada vez más rápido a través del espacio intemporal. Al comienzo Yo estaba mareado, pero luego el giro se hizo tan intenso, que me sentí totalmente quieto, pero al mismo tiempo, sentí como si cada célula y átomo hubiera acelerado su vibración en respuesta al giro. Luego, con un pequeño estallido, mi giro se detuvo y me encontré en medio de un gran vacío. Me había vuelto Penta-Dimensional y todo estaba en calma.
“¿Dónde está la Ciudad Cristalina?”
Con la 2ª pregunta, había ante mí una Luz Dorada, que se convirtió en una forma dorada: Mi Complemento Divino. Llegó en la forma de una mujer, puesto que Yo encarnaba a un hombre. Nos abrazamos en unión y Amor profundos. Ella me miró a los ojos y susurró: ‘Ahora te llevaré al Hogar’.
Luego estábamos en Venus. Se desplegaba ante nosotros con toda la belleza y armonía que Yo recordaba desde lo profundo de mi Alma en todas mis vidas. Mi corazón se abrió con una ráfaga de Luz y Amor que hubiera hecho explotar mi cuerpo terrenal si Yo hubiera estado en mi consciencia tridimensional. Veía las nieblas de Venus a todo mi alrededor.
Veía la flora y la fauna de mi amado Hogar mientras flotaban alrededor de mí en amorosa bienvenida. Con cada uno de sus movimientos y armoniosos colores y sonidos, hacían eco de sus desplazamientos.
Una fiesta de bienvenida formaba un pasaje que nos condujo a la entrada principal de la Ciudad Cristalina. Mi Complemento Divino se deslizó hacia mi forma mientras nos convertíamos otra vez en Uno para nuestra llegada al Hogar. Translúcidas puertas de cristal se abrían ampliamente cuando nos aproximábamos a ellas; y una huella dorada iluminó nuestro camino hacia el corazón de la ciudad. El Templo Dorado de la Sabiduría yacía con refulgente esplendor al final de la senda, en la cúspide de una colina. Las puertas estaban abiertas esperando nuestra entrada. Aún cuando podríamos haber estado en nuestro destino instantáneamente, disfrutábamos el viaje y la comunión con otros, así que elegimos viajar con los mismos movimientos natatorios/voladores de quienes nos rodeaban.
Eventualmente, nos encontramos parados frente al poderoso Sanat Kumara, el Logos Planetario de la Tierra y Regente de Venus. Rami Nuri y Djwhal Khul, como sus consejeros, estaban a cada lado de él. Los Complementos Divinos de ellos tres fluyeron a su interior. Eran andróginos. ¡Estaban completos!
Me incliné ante ellos y Sanat Kumara me entregó una joya. La joya no era como nada que hubiera visto antes. Era más una vibración que una sustancia, pero tenía belleza y forma. Tomé la joya con gratitud y la sostuve dentro de mi corazón.
Mi Complemento y Yo pasamos lo que parecía una vida en Venus. Vivimos y amamos y morimos. Y luego comencé a sentir una atracción. Yo sabía que la atracción era mi destino. Era la Tierra. Me estaba llamando a retornar a mi vida tridimensional para que pudiera cumplir allí mi destino. Yo tenía que retornar para que el cuerpo viviera. La tristeza de esa realización sacudió mi Alma misma, pero recordé mi cometido. Yo había dicho que permanecería en la Tierra. Consecuentemente tenía que retornar antes de que fuera demasiado tarde para salvar la vida de mi forma terrenal.
La repentina densidad del sarcófago fue un gran impacto. ¿Cómo pude retornar tan rápidamente sin siquiera un adiós? Y entonces mi corazón sintió el Amor de mi Hogar y de mi Complemento Divino. Sí, no hubo adiós, porque Yo la tendría en mi consciencia, pero: ¿Y del sarcófago? Había aún menos oxígeno; y ahora Yo era totalmente físico.
“¿Cómo abres el sarcófago?”
La tercera pregunta fue traducida en mi corazón. Sí, en mi corazón estaba la respuesta: La joya, la vibración de la joya elevaría la tapa. Y luego, mientras Yo enfocaba mi atención en la joya dentro de mi corazón, oí mi primer sonido físico puesto que las tres preguntas me habían sido hechas hacía una vida. El sonido era el de la tapa del sarcófago elevándose lentamente. Sentí el oxígeno apresurándose a rescatarme. Como un niño recién nacido, tomé mi primer aliento y me senté.
“¡Eres libre!” Oí decir a Toth en Egipcio, mi lengua nativa.
Después de semanas de contemplar mi Iniciación, me di cuenta de que ahora mis lecciones yacían en encontrar lo “espiritual” que reside en lo “físico”, en lugar de yacer en lo solamente “espiritual”. Les dije esto a mis profesores y ellos estuvieron de acuerdo con mi decisión. Me retiré a meditar a mi pequeña celda y a la vez sentí que mi Guía Interno llegaba hasta mí.
“¡Oh, Amado Radula, ayúdame! ¿Cómo puedo cumplir esta parte de mi destino?”
“Debes abandonar el Templo”.
“¡No, no! ¿Cómo podría? Eso sería como abandonar mi hogar”, supliqué.
“Exactamente”, replicó mi guía. “Llega un momento en el cual cada hijo del Uno debe abandonar la seguridad del Hogar para encontrar una nueva vida. ¡Tu momento es ahora!”
Salí de mi meditación con una sensación de ansiedad. ¿A dónde iba a ir?
¿Cómo iba a unificarme y arraigarme en el Mundo físico? Yo había aprendido a unificarme y rendirme al Mundo Espiritual, pero había habido muchos profesores para ayudarme. Ahora estaría solo. En la Senda Espiritual había habido un anhelo, un llamado del Hogar. Pero ahora me sentía compelido más por el deber que por el Amor y el anhelo; y sabía que debía abandonar el Templo. La vida había sido demasiado protegida, y mi tarea no podría completarse en ese ambiente. El Templo era solamente parcialmente físico; y consecuentemente, sólo parcialmente el lugar de mi propósito.
Supongo que podría haberme quedado allí, pero me habría tomado mucho más tiempo lograr mi tarea de arraigar mi Espíritu en la materia. Como dicen en lo físico: “El tiempo es esencial”. No sabía cuanto tiempo podría mantener mi compromiso con una Senda tan desafiante para mí. Inclusive en la Sagrada vibración del Templo, la baja vibración de la 3ª Dimensión tendía a distorsionar las visiones de mi Iniciación. Yo sabía que debía aprovechar la oportunidad de aventurarme al Mundo exterior mientras mis lecciones permanecían fuertemente en mi memoria: “Cuanto mayor el riesgo, mayor la victoria”. Y lo más importante, Yo tenía que seguir mis instrucciones internas.
Así que con lágrimas en mi corazón, dije adiós a todo lo que había conocido y amado. No tenía esperanza de hacer entender a mis muchos amigos y compañeros por qué tenía que irme, pues Yo mismo escasamente lo entendía. Solamente Radula lo entendía. Así que sin mirar atrás, dejé mi amado Templo; quizá para siempre. ¿Pero qué significaba ‘para siempre’? Ahora que había viajado más allá del tiempo, muchas palabras no significaban nada. ¿Cómo podría alguna vez relacionarme con las personas del Mundo, cuando escasamente podía relacionarme con las reglas del plano físico? Mi mente estaba llena de preguntas cuando dejé tras de mí a mi amado Templo.
Los primeros seis meses podrían haber sido años, o eones. Mis muchas actividades eran demasiado intrascendentes para notarlas. Las responsabilidades mundanas de la vida eran inmanejables para mí. Nunca había aprendido a cuidarme en el Mundo. Conseguir y preparar alimentos y encontrar un lugar para dormir, era una experiencia nueva. Todas mis necesidades físicas habían sido satisfechas en el Templo. Ahora que estaba por mi cuenta en un Mundo extraño para mi mente, todo se convirtió en una tarea y en un esfuerzo. ¿Cómo iba Yo a desear, mucho menos obtener, un sentido de unidad con una vida que Yo ni siquiera podía comenzar a entender?
Muchas veces dudé de mi propósito, así como de mi cordura. De hecho, muchos creían que Yo había fracasado en mi Iniciación y había sido lanzado a las calles, en lugar de haberme ido por mi libre voluntad. No podían entender por qué llevaría a cabo esta tarea desconocida. Se suponía que un Sacerdote permaneciera en el Templo. No se suponía que saliera a las calles a ayudar a la gente. Se suponía que la gente iba al Templo cuando necesitaba ayuda. Y si no podía ir al Templo, no obtenía ayuda. Ésa era la voluntad de los dioses; y la gente no la cuestionaba. De hecho, descubrí que la gente no cuestionaba nada, excepto si Yo estaba loco o no. Yo estaba intentando algo que nunca había sido hecho; y eso los asustaba. Sin embargo, en el lado iluminado, Yo sentía un conocimiento interno de que estaba siguiendo mi destino.
Consecuentemente, continué en mi nueva senda.
Finalmente encontré un valle maravilloso. Allí la energía era diferente de la de cualquier otra parte que Yo hubiera experimentado. En este valle Yo podía sentir algunas de las altas vibraciones que había conocido en la vida del Templo, pero eran diferentes. Quizá estaban más arraigadas en la Tierra, como Yo estaba aprendiendo a estar. Yo encontraba gran alegría en vagar por las colinas cerca de mi campamento. Había un pequeño pozo con un magnifico árbol junto a él. Pasé largas horas de meditación bajo ese árbol. Las energías de la Diosa comenzaban a entrar por la base de mi columna vertebral. Por primera vez en mi vida, sentí que Yo era un miembro del plano físico. Comencé a lograr una relación con la Naturaleza que era desconocida en el Templo, donde constantemente nos esforzábamos por abandonar nuestros cuerpos y viajar hacia los otros mundos. Yo estaba comenzando a entender el significado de mi directriz interna.
Unas pocas personas se reunieron alrededor de mí, aunque ni ellas ni Yo entendíamos por qué. Yo vivía muy sencillamente y en armonía con mi ambiente. Las personas me traían alimentos y Yo las sanaba o las escuchaba. ¿Hay alguna diferencia entre las dos cosas? Dentro de mí estaba creciendo una extraña paz que se sentía muy parecida a la paz del valle. Yo había pasado mi vida encontrando una conexión con el Espíritu; y ahora estaba descubriendo una conexión con la Tierra. Descubrí que estaba comenzando a disfrutarla.
Las personas que llegaban a mí eran especiales. Estaba suficientemente cerca del poblado para que estas personas supieran que Yo había pasado por mi Iniciación. También creían que Yo había fallado y que me había tenido que ir del Templo. Sin embargo, aún así venían, elegían escuchar una voz interna e ignorar las voces externas que les decían que Yo estaba loco. Algunos vinieron por curiosidad y pronto se fueron. Sin embargo la mayoría venían por causa de un llamado interno; y ellos fueron los que se quedaron.
Gradualmente, las personas comenzaron a traer esteras de dormir o carpas sencillas; y acampaban conmigo. Nuestra vida era muy pacífica. Nos levantábamos al amanecer para saludar al Sol. Nuestras ceremonias eran simples e individuales. Cada persona encontraba un sitio y desde ese lugar agradecía al Sol cada amanecer. Yo no sabía cómo le agradecían, pues estaba ocupado y había elegido no observarlos. Si me lo decían, lo cual usualmente hacían, Yo los escuchaba sin comentarios. Cuando pedían mi opinión, Yo los remitía a su Guía Interno. Yo les decía a todos que su voz interna los había guiado hasta mí; y que continuaría guiándolos. Yo actuaba meramente como un intérprete. Tal como habían sido conducidos hasta allí, eventualmente serían conducidos a irse. Yo permanecí amoroso pero desapegado. Yo sabía que mi lección terrenal era permanecer desapegado de cualquier aclamación pública. Sin embargo, Yo temía que parte de mi lección fuera encarar el desafío del éxito y la adulación.
Comíamos lo que nos llegaba y estábamos tan agradecidos por una frugal comida, como si estuviéramos en una fiesta. Sabíamos que la comida era un gusto que podía corromper. Teníamos claro que no debíamos apegarnos a ella. Cuando las personas habían aprendido a sanarse, usualmente deseaban aprender a sanar a otras. Estaba seguro de que estas personas eran extraordinarias y habían llegado a aprender; y no meramente a ser sanadas. Algunos recordaban mucho de lo que les había enseñado, y otros eran incapaces de retener lo que habían aprendido. Yo era flexible de tal manera que no repetía lo que ya sabían, ni los empujaba demasiado duro para aprender nueva información.
Después de uno o dos años, el grupo había crecido hasta unas cincuenta personas. Algunas venían solamente por un tiempo, algunas regularmente; y unas veinte vivían allí. Yo sentía una inquietud comenzando a agitarse en mi interior, pero no sabía qué era. Sabía que algo estaba a punto de cambiar, pero no estaba seguro si era mi cuerpo, mi ambiente, o incluso mi consciencia. Desafortunadamente, también sabía que este cambio no sería fácil; y que tendría que advertirles a los veinte que vivían conmigo.
Yo sabía que ciertos miembros del poblado estaban preocupados por lo que estábamos haciendo. Yo debía estar listo para irme en cualquier momento.
Finalmente les dije a los veinte que era tiempo de irnos. Yo podía sentir el creciente descontento del pueblo. Puesto que vivíamos de una manera tan simple, ellos se rehusaban a creer que éramos de la Luz. El oro y las joyas rodeaban a los Sacerdotes del Templo. Si los dioses estuvieran de nuestro lado: ¿Por qué no éramos provistos de riquezas materiales? Los miembros del poblado creían que no se podía tener poderes espirituales sin riquezas.
Puesto que no tenían posibilidades de poseer estas riquezas, seguían creyendo que tenían que pedir poder a los dioses, pues nunca podrían obtener el poder entrando en su interior.
Desafortunadamente Yo me había quedado demasiado tiempo. Muchas personas furiosas y asustadas cayeron sobre nosotros en la noche. Cuatro de los veinte fueron asesinados; y diez fueron heridos. Los restantes seis escaparon en la noche. Los diez heridos y Yo nos adentramos en el desierto para sanarlos. Aún cuando había habido mucha violencia, Yo estaba ileso. No sabía por qué. Quizá aún estaba funcionando alguna protección más grande. Yo sabía que los seis que escaparon no retornarían. Sentí su desilusión. También muchos de quienes no habían vivido con nosotros, estaban desilusionados o temerosos. Varios leales amigos encontraron psíquicamente nuestro escondite y nos trajeron comida, agua y noticias del pueblo. Algunos sentían que su tarea era permanecer en el pueblo y llevar a cabo el trabajo de manera silenciosa; y el resto seguiría con nosotros cuando todos estuvieran sanos.
Yo descubrí cuán difícil era mantener mi creencia en el Libre Albedrío y aceptar el Amor, frente a semejante adversidad. En el Templo, nos protegían los alrededores y las supersticiones sobre los dioses y sus Sacerdotes. Aquí, toda mi protección estaba dentro de mí; y Yo siempre tenía que sentirla para poder proteger a los otros. Me sentía responsable por las muertes y las heridas. Si hubiera actuado más rápidamente ante mi impulso interno, podría haber evitado cualquier daño. Ésta era una lección difícil de aprender. Yo tenía que recordar que debía reaccionar instantáneamente ante mi guía interna. Yo no estaba en el Templo, el sitio de la instrucción suave. Podría haber solamente una advertencia; y si uno no la acataba, las consecuencias podrían ser crueles.
Nuestra pequeña comunidad había perturbado el sentido de la realidad de las personas del pueblo; y asustadas, se habían vengado con violencia. Yo había aprendido de la manera difícil que mi trabajo tenía que hacerse tranquilamente, lejos de aquellos incapaces de aceptar una nueva realidad.
Había aprendido que quienes no podían encontrar consuelo en sus propias creencias, se sentirían amenazados por nuevas ideas. Uno debe encontrar primero el núcleo de su propia verdad, antes de abrazar otra.
Los viejos cimientos deben ser desarraigados antes de que puedan ser tendidos unos nuevos. Las personas que nos habían hecho daño no eran malas.
Tenían miedo.
Cuando comenzamos a mudarnos, algunos del grupo decidieron quedarse atrás. Yo les había hablado a todos, individualmente y en grupo. La mayoría entendían lo que había sucedido; e incluso estaban aliviados al saber que Yo era Humano. Sin embargo, algunos estaban buscando una persona Divina y no podían soportar saber de mis fragilidades. Estas personas no vendrían con nosotros. Yo había decidido discutir siempre con mi grupo mis emociones y mis dudas humanas. Eso me ayudaba a entender mi parte Humana; y también me protegía de la adulación de los miembros del grupo. Yo no quería tener la carga de ser ningún dios. Yo era meramente un profesor y un guía. A partir de mi trabajo en el Templo Yo había entendido que la humildad no había sido una de mis fortalezas en vidas pasadas; y debía empeñarme en afinar esa virtud.
Después de muchos meses de viaje, nuestro grupo había disminuído más.
Finalmente encontramos un lugar donde podríamos estar por un tiempo. Habíamos viajado por muchas tierras áridas; y finalmente nos encontrábamos en un pequeño oasis tropical. Había agua y frutas.
También, las caravanas que viajaban por esta área gustosamente intercambiaban sus provisiones por una sanación, por fruta seca; y por cualquier otro servicio que pudiéramos prestar. El oasis era bastante grande; y podríamos estar lejos de las caravanas que se aprovisionaban de agua. Consecuentemente, solamente llegaban a nuestro campamento quienes sentían realmente un llamado interno. Usualmente, uno o dos de nosotros iba al área de aprovisionamiento de agua y proponía un intercambio. En el grupo, varios podían leer bastante bien las auras. Siempre estaban de acuerdo en mirar si había peligro. Nos estábamos volviendo más sabios y más cuidados.
Después de unos seis meses, sentí que era el momento de mudarnos de nuevo. Esta vez no esperaría demasiado. Las noticias de nuestro trabajo se habían difundido y muchos habían venido especialmente a ser sanados o para aprender. Sin embargo, cada vez había habido más problemas con los líderes de las caravanas, los cuales sentían que de alguna manera éramos una amenaza. Habíamos encontrado un valle con agua a dos días de camino. Podríamos venir al oasis solamente para intercambiar, mientras llevábamos a cabo nuestras otras actividades a una distancia segura. Me preguntaba cuándo dejaríamos de ir de un sitio a otro.
¿Estábamos destinados a alejarnos incesantemente cada vez más, para no ofender a otros?
El cambio de localización fue bastante fácil. Todos nosotros hicimos nuestra parte. Ahora pudimos ver que éste era un sitio mucho mejor. Había una pequeña corriente que surgía del suelo en la cúspide de una colina baja; y corría por la superficie suficiente trecho para formar un pozo de buen tamaño, antes de volver a ser subterránea. Una de las mujeres del grupo dio nacimiento a un niño. Tuvimos nuestro primer ciudadano nativo.
Ciudadano de dónde, Yo no lo sabía, pero parecía que había comenzado a formarse alguna clase de comunidad. Yo no sabía cómo llegaba allí gente nueva, pero llegaba regularmente. Algunos habían oído de nosotros por los comerciantes; y de alguna manera la noticia llegaba a otros. Unos pocos llegaban por Guía Divina, pues no podían recordar cómo nos habían encontrado.
Entonces un día, llegó un Príncipe de una tierra lejana con varios de sus guardaespaldas. Yo tenía una sensación de incertidumbre respecto a este evento. Sabía que conduciría a algún nuevo desarrollo; y Yo no pensaba que fuera muy importante. Sin embargo, Yo estaba allí para seguir las instrucciones internas; y comenzaba a estar en paz con permitir que cada nuevo desarrollo se formulara por sí mismo. El Príncipe comenzó a venir regularmente. Él tenía una rara enfermedad genética que Yo creía que podía curar. Él había llegado hasta nosotros por causa de un sueño; y me reconoció instantáneamente. Yo le dije que su enfermedad había sido determinada por su Karma; y que su tarea era cumplir este Karma. Una vez que su Karma estuviera equilibrado, la enfermedad estaría curada. Sin embargo, Yo no sabía si esta curación llegaría en la vida o con la muerte.
Me encariñé mucho con el Príncipe y estaba teniendo problemas para mantener mi objetividad.
Constantemente tenía que recordarme que aceptara la decisión de su Alma; y que no tuviera ningún temor ni tristeza.
El Príncipe y Yo hablamos muchas veces. Cuando miré sus otras vidas, descubrí que había sido muy duro de corazón y que no podía ver el sufrimiento de otros. Consecuentemente, en esta vida su corazón no tenía suficiente elasticidad. Finalmente decidimos que para equilibrar su Karma, tenía que vivir durante un año como un campesino entre su gente. Sentimos que sí vivía esto su condición mejoraría, si se permitía reconocer el dolor de otros y tener Compasión por ellos. Por supuesto que el padre del Príncipe no estaba contento con este acuerdo, pero haría cualquier cosa por tratar de sanar a su hijo. Yo iba a viajar con él tan frecuentemente como pudiera. Esto implicaría considerable dificultad, pues el viaje era largo y peligroso, pero sentí que Yo debía continuar mientras se desplegaba la Senda.
Después de casi un año, el Príncipe estaba mucho mejor. Su sanación pronto estaría completa; y volvería a ayudar a su padre a gobernar. Esto fue precisamente a tiempo, pues el padre era muy anciano y estaba pronto a abandonar el plano físico. Yo traté de preparar al Príncipe para esta posibilidad, pero se resistía a oírlo. Yo temía que ésta sería la prueba final y más difícil para el Príncipe. Él se había convertido en un hombre muy amable; Yo estaba seguro de que sería un gobernante amable y justo. Yo dudaba que él pudiera obtener la sabiduría de un Faraón, pero él cumpliría su destino con su mejor potencial. Esto era todo lo que uno podía hacer en cualquier vida.
Finalmente, el año estuvo completo. El Príncipe había acabado de retornar a su hogar cuando su padre murió. Yo hablé en el otro lado con su padre y encontré que todo el tiempo él sabía de su inminente muerte, la cual era la única razón por la cual había estado de acuerdo con mi plan. El plan había sido muy exitoso. El Príncipe habló con su padre antes de que muriera; y pudo encarar su muerte con valor. Yo estaba feliz por el Príncipe, que ahora era el Rey. Él había pasado de estar enfermo y asustado, a ser un hombre fuerte y viril. El nuevo Rey quería que Yo comenzara un Templo para él, para proveer sanación y educación a su gente. Yo lo haría, pero tan pronto como comenzara, dejaría algunos de mis alumnos más avanzados para manejarlo; y luego me iría.
El Rey me había dado carta blanca para enseñar como Yo quisiera; y pronto me encontré en una posición de bastante poder. Él me construyó un bello Templo; y tenía muchos Sacerdotes y Sacerdotisas a mi cargo. Yo era el Alto Sacerdote; y no había nadie que me recordara mi lugar. Las escuelas eran exitosas; y la gente estaba notablemente abierta a mis enseñanzas. Muchos querían adorarme y convertirme en algo que Yo no era. Los reconocimientos y las alabanzas eran más una amenaza que un tesoro, y Yo constantemente revisaba mis sentimientos para descubrir cualquier partícula de aferramiento a las recompensas terrenales.
Constantemente llamaba a mi Guía Interno para mantenerme equilibrado y para mantener mi consciencia centrada. Pero a pesar de mis esfuerzos, comencé a temer el llamado de las riquezas, de la adulación y de la comodidad. Les temía porque comencé a disfrutarlas; demasiado.
En el desierto no había habido en mí ningún temor, pero aunque añoraba mis días de soledad en la naturaleza, nunca abandoné mi Templo. En medio del lujo, el temor; y sí, la arrogancia, comenzaron a invadir mi consciencia. Trabajé muy duramente para purificarme, pero cada día la riqueza y el reconocimiento alteraban mi mente y endurecían mi corazón. Gradualmente, comencé a cambiar. Yo estaba desgarrado. ¿Debería quedarme allí y continuar mi trabajo, o debería retirarme al desierto a salvar mi Alma?
Antes de que lo supiera, era demasiado tarde. Comencé a usar las vestiduras doradas; y decoré mis habitaciones como un palacio. Mis alimentos eran los mejores del reino; y comencé a mirar a las mujeres como si fueran algo para apropiarme. Yo sabía que podría irme, pero también sabía que no lo haría. Cada vez era más difícil conectarme con mi Guía Interno; y cuando lo hacía no entendía qué decía. Profundamente dentro de mí, sabía que no podía entender su mensaje porque no quería oírlo. En alguna parte de mi Alma Yo siempre había sabido que mi prueba sería mantener mi pureza y mi humildad, a pesar del poder, la fama y la riqueza producidos por el éxito y el reconocimiento mundanos. Aunque Yo había tenido sospechas de semejante desafío, había fracasado. De esa manera viví durante varios decenios.
Entonces una noche tuve un sueño. Soñé con Radula. El Guía que Yo había olvidado, de alguna manera había vencido mi resistencia y había tocado mi consciencia. Permaneciendo mudo ante mí, Radula desplegó una escena de un hombre viejo muriendo solo en el desierto. Desperté sobresaltado, pero no podía moverme. Lentamente, en mi mente repasé mis años como Alto Sacerdote. Y luego recordé mis ideales y mi ética de joven. Me sentía viejo y cansado. ¿Cómo había podido suceder esto? ¿Cómo me podía haber perdido en las tentaciones de la carne? ¿Eran tan tentadoras las cosas del Mundo, o era Yo más débil de lo que sospechaba?
Imploré a Radula que retornara, pero no hubo respuesta. Me moría de hambre entre los más deliciosos alimentos; y de sed entre los vinos más finos. Mi corazón estaba adolorido mientras un reino me amaba; la pobreza me acosaba, mientras cualquier cosa que tocara podría ser mía.
Los ricos alimentos y las finas bebidas me habían debilitado. Muchos años de usar solamente mi mente mientras otros atendían mi cuerpo, me habían hecho dependiente de la comodidad y la suavidad de la vida que había creado. Inclusive tenía tres esposas y habían engendrado cinco hijos, sin ser padre para ninguno de ellos. ¿Cómo había Yo perdido el control de mi vida de semejante manera? Mi angustia era mi secreto, puesto que había llegado a ser dependiente de la alabanza de otros; y no podía permitir que nadie viera mi vulnerabilidad, incluído mi viejo amigo el Rey.
Las finas comidas me enfermaban; y las bebidas me producían náuseas.
Las mujeres me aburrían; y el suave ambiente me sofocaba. ¿Qué iba a ser de mi Alma? Anhelaba retornar a los días simples en el desierto. Quizá si retornaba allí podría recuperar lo que había perdido. Me había vuelto delicado y débil tanto de cuerpo como de mente. Estaba tan atormentado que me enfermé. Tuve una fiebre que se extendió por muchos días; y sufrí una y otra vez la muerte del viejo hombre solo en el desierto. Finalmente, hice votos de que si mi salud retornaba, Yo retornaría a mis raíces, sin importar qué. Al día siguiente desperté totalmente curado. Mi respuesta había llegado. Debía viajar solo al desierto.
No le conté mis planes a nadie. Regalé mis riquezas a los pobres, excepto lo que era necesario para cuidar de mis hijos y sus madres. Temí que me odiaran por no estar de acuerdo con lo que Yo pensaba que era ‘suficiente’. Pero, no podía abandonarlos a la corrupción de mis riquezas.
Aún temía no tener ningún Amor por ellos, pero les deseé el bien cuando los deje solos al amanecer; y viajé hacia el desierto.
Aproximadamente después de una semana de viaje, encontré un pequeño oasis y me dispuse a encontrar mi Yo. Al fin me sentía contento en mi amado desierto. La belleza de la naturaleza sobrepasaba por mucho las riquezas del hombre. Cada Ser en la naturaleza me hablaba como un individuo. No había endiosamiento ni celos. Yo simplemente era un miembro de la Sociedad de la Tierra. Había abandonado el Templo solamente con una bestia y con unas pocas provisiones; y pronto la comida se había acabado. Como Iniciado, Yo había aprendido a pasar muchos días sin comida ni agua, pero ahora no podía elevar suficientemente mi vibración. Ni tampoco quería hacerlo. Mientras viajaba solo, llegué a darme cuenta de que había ido al desierto a morir. Era Yo el viejo que moría en el desierto. Gradualmente, permití que la fuerza vital abandonara mi cuerpo.
Cuando toda mi comida se había acabado, el hambre que sufrí fue de purificación y limpieza, mientras el peso del ‘éxito’ caía de mi cuerpo. Dejé que la bestia se fuera pues podía encontrar su camino a casa; y gradualmente me deslicé al delirio de la inanición y la fiebre. Había recuperado el contacto con Radula. El Amor de mi Guía era más importante que la adulación de todo un reino. En sólo unos pocos días más, me habría ido de la Tierra.
Quizá Yo me había dado por vencido, o quizá había seguido una directriz Divina. Solamente lo sabría con seguridad en el otro lado. Ya no podía continuar. La energía vital había abandonado mi cuerpo y ahora flotaba precisamente sobre mi corazón. Para algunos, mi vida fue un gran éxito.
Para otros, fue un completo fracaso. En ese momento Yo no podía decir quién tenía la razón. Yo había hecho lo imposible; y eso me había destruído. Los últimos dos días fueron tan largos como mi vida entera. Yo había examinado cada momento de ella y quisiera poder retornar para corregirla. Sin embargo, ahora estaba demasiado débil para llegar al agua que no estaba lejos; y ya no tenía hambre hacía tiempo. El séptimo día abandoné completamente mi cuerpo. Cuando tomé mi último aliento, ya me sentía solitario por el cuerpo que debía abandonar. Sentí gran angustia por el final de mi vida. Todo lo que podía hacer era pedir perdón.
Llamé a Radula buscando perdón y comprensión. Lo último que vi fue al Príncipe, que ahora era el Rey, apresurándose a salvarme.
Abrí los ojos pensando que vería los mundos superiores, pero en lugar de ello todo lo que vi fue el interior del sarcófago.
“¡NO!” Grité. Estaba muy confuso y desorientado. ¿Dónde estaba?
¿Estaba en una tumba encerrado vivo para asfixiarme lentamente?
Comencé a perder cualquier control de mis emociones y entré en estado de pánico. Empujé la tapa y golpeé los lados a mi alrededor, pero cuanto más luchaba, se hacía más pequeño y había menos oxígeno para llenar mis pulmones. Comencé a toser y a jadear. Estaba muriendo. La caja en la que estaba se hizo cada vez más pequeña, hasta que ya no podía luchar, pues no había espacio. La tapa estaba apenas a pulgadas sobre mi nariz. Sin embargo, la absoluta restricción me calmó.
Hice más lenta mi respiración y traté de recordar cómo había llegado a este lugar, pero no pude. Mi mente estaba en blanco, mi memoria se había ido. Lentamente, comenzó a crecer algo en mi corazón, un sentimiento. Al fin me di cuenta de que era un sentimiento de Amor. Al comienzo estaba lejos, muy lejos; y era más como un recuerdo que como una emoción.
Cuando enfoqué mi atención en él, el sentimiento se hizo más fuerte y cercano. Al final, surgió desde lo profundo de mi corazón. Sí, era Amor, el más bello Amor que podía recordar jamás. Una voz, clara como una campana y suave como la brisa matutina, susurró a mi Alma. La reconocí antes de que pudiera entender las palabras. Era mi Complemento Divino.
“¡Ésta es tu Iniciación, Amado. Estás dentro del sarcófago; y la vida que acabas de vivir fue una ilusión, una parte de tu Iniciación!”
Su ‘sentimiento’ y sus palabras calmaron mi Alma; y gradualmente comencé a recordar.
“Amada” dije en un susurro, “si no hubieras llegado hasta mí, Yo habría muerto. De hecho, aún puedo morir si no recuerdo cómo levantar la tapa. Pero si muero contigo, estaré contento”.
“Tú no necesitas morir, Amado. Lo que necesitas hacer es corregir tu error. Encuentra cuándo comenzaste a tomar tus decisiones a partir del temor, en lugar de a partir del Amor; y vuelve a entrar en la ilusión para cambiar tu intención”.
Sí, musité. ¿Cuando olvidé el Amor? ¿Cuando cambié mi intención?
Regresé una y otra vez a la vida haciéndome cada vez más consciente de la disminución del nivel de oxígeno en el sarcófago. Me di cuenta de que tenía que entrar en meditación y elevar mi vibración otra vez a la 4ª Dimensión, porque mi forma tridimensional ya no podría sobrevivir dentro del sarcófago. Mi ego tenía un momento difícil para elevarse sobre el temor. En respuesta a mis pensamientos, mi Complemento Divino comenzó a cantar suavemente a mi corazón. Cantó canciones de Venus y de Arturo, nuestro Hogar antes de ir a Venus. Sí, Yo había olvidado a Arturo. Había olvidado la frecuencia del Amor Incondicional que era la emanación de esa realidad.
Comencé a sentir que mi consciencia se elevaba. Sentí a mi forma como Luz pura; y otra vez la atrapada forma física no era sino un recuerdo. Mi Complemento y Yo éramos uno de nuevo. Éramos completos y andróginos y viajábamos a las dimensiones superiores. Vimos bajo nosotros la Ciudad Cristalina de Venus, pero continuamos. Luego vimos ante nosotros un bello vórtice lleno de Luz violeta y dorada. El vórtice nos atrajo hacia él y estuvimos en el vacío profundo más allá del vórtice. Todo estaba en silencio, completa y dichosamente silencioso. Éramos una pequeña partícula de consciencia en un vacío de potencial sin desarrollar. En este vacío, no había emociones ni pensamientos. No había movimiento ni tiempo. Estábamos flotando eternamente libres en el vacío.
Luego, gradualmente, de la profundidad de nuestra consciencia llegó un pensamiento. El pensamiento fue seguido por un sonido; y luego por una chispa de Luz. La Luz se convirtió en una estrella; y la estrella se convirtió en Arturo. La estrella estaba muy lejos, profundamente dentro de la consciencia. Sentimos su Amor y permitimos que ese Amor actuara como un rayo que nos atraía cada vez más cerca de nuestro verdadero Hogar. La reunión con el Amor Incondicional fue tan intensa que pareció crear una explosión interna que nos expulsaba del vacío, más allá del vórtice, pasando por Venus y de regreso al antiguo Egipto. Grité angustiado pensando que había perdido a mi Complemento Divino, pero instantáneamente oí su consoladora voz.
“Estamos completos, amado. Estoy viva dentro de ti; y siempre te recordaré que recuerdes el Amor Incondicional”.
Tranquilizado, tomé un momento para encontrar en mi visión el sitio adonde había llegado. Enfoqué mi atención para aclarar mi percepción interna y vi al Rey parado ante mí. Él acababa de ofrecerme construír un Templo para que Yo fuera el Alto Sacerdote y líder espiritual de su reino. Fue en ese momento cuando sentí que las reacciones de temor llegaban a mi corazón y a mi mente; mis intenciones pasaron del Amor al temor. Lo que había perdido resonaba ahora profundamente dentro de mi consciencia. Tenía miedo, tenía miedo de mi propia corrupción.
A lo largo de todas mis enseñanzas e Iniciaciones, había habido un engrama, una creencia esencial, profundamente oculta en mi inconsciente. Decía: ‘La materia corrompe al Espíritu’. Yo temía que el reconocimiento y las riquezas me corrompieran. Este temor pasó inadvertido y se filtró en mi consciencia como un veneno. Cuando una vez había sentido Unidad con toda la vida, comencé a sentir separación y limitación. Llegué a estar separado de quienes construyeron el Templo y servían en él; y limitado en mi habilidad para ver a mi Yo mayor. Mi pensamiento se polarizó en bueno y malo, Luz y oscuridad.
Gradualmente, la comparación, la competencia, los celos, se convirtieron en una parte de mi vida mental, mientras el resentimiento y la ira llenaban mis emociones. Yo anhelaba la simple iluminación de mi vida en el desierto, donde me había sentido unificado con toda la vida y había permitido que el propósito de mi Alma se desplegará ante mí.
Fue la reunión con mi Complemento Divino y nuestro viaje al Hogar en Arturo, lo que me permitió retornar a ese momento crucial de mi Iniciación; y arrancar de raíz la causa de mi muerte. Luego entendí que esta visión era una visión previa de mi Misión Divina, un ensayo por medio del cual podría encontrar a mi enemigo oculto: ¡Mi temor oculto! ¿De dónde había llegado este engrama, esta creencia esencial, amarrada firmemente a mi consciencia con temor? Sabía que para sanarla tenía que encontrar la causa; así que miré retrospectivamente mi niñez.
Cuando Yo era un niño pequeño y aún estaba viviendo con mis padres, vi que ellos eran muy pobres. Mi padre tenía grandes dificultades para encontrar satisfacción en su vida. Había estudiado para ser escriba, pero carecía de la disciplina necesaria y frecuentemente se encontraba sin trabajo. Su matrimonio era con alguien de clase más baja, mi madre era de una familia de granjeros. Sin embargo, fueron su diligencia y habilidad para cultivar alimentos para la familia; incluso para vender en el mercado, las que proveyeron la única seguridad que teníamos. Como un niño pequeño, frecuentemente los oía discutir porque cuando mi padre tenía trabajo, tomaba el dinero y lo perdía jugando.
Cuando fui al Templo, pensé que me sentía culpable por abandonar a mi madre a su difícil vida. La verdad era que me sentía culpable porque me sentía feliz de abandonar un hogar con tantas peleas y con tan poco Amor.
Aprendí de mis padres que la carencia de comodidades materiales podía destruír la conexión espiritual de una relación. Imaginaba que mi madre era la que me había criado, la clase de madre que Yo quisiera que hubiera sido; y culpaba a mi padre por robarme esa madre. Yo creía que había sido su egoísmo y sus adicciones los que habían arruinado mis primeros años.
Cuando entré al Templo, rápidamente olvidé a mis padres y a mi infeliz niñez. En todos los años en el Templo nunca sané este dolor infantil, porque había ignorado la vida que estaba viviendo actualmente; y en cambio me enfocaba en mis vidas pasadas.
Consecuentemente, un lugar de debilidad comenzó a crecer en mi consciencia. Un lugar donde Yo había ocultado mi secreta niñez, que temía que a mi padre le importaba más el dinero que Yo. Este temor infantil se expandió luego hasta mi oculto temor adulto de que me importaran más el éxito y la adulación, que lo que me importaba mi Alma. Estos temores se unieron con mis pensamientos; y creció un poderoso engrama que, desde el inconsciente, moldeaba mi comportamiento y mi vida. Por causa de que el temor era inconsciente, era aún más fuerte, pues Yo no podía monitorearlo. El desafío de mi Iniciación era encontrar este enemigo oculto para que Yo pudiera desarmarlo con mi fuerza de Amor; pero Yo había olvidado el Amor Incondicional de mis Yos Superiores y el poder que tenía este Amor. Gradualmente, me perdí en mis secretos temores de corrupción.
Mi Complemento Divino llegó hasta mí para recordarme que mi cuerpo físico, mi materia, era solamente la parte arraigada de mi Espíritu. Lo que Yo tenía que hacer para sanar mi vehículo terrenal, era conectarlo conscientemente con mi miríada de vehículos espirituales. Yo no era un Ser físico teniendo una experiencia espiritual. Yo era un Ser espiritual teniendo una experiencia física. Con ese conocimiento, pude recordar el Amor a mi vehículo terrenal, el Amor a mi madre, a mi padre; y lo más importante, el Amor a mi Espíritu.
Cuando Yo retornara para revivir mi visión, recordaría que Yo era un Ser Multidimensional. Esta vez mantendría el recuerdo de la comunicación con mi verdadero YO Multidimensional. Mantendría conexión continua con mi Yo de 6ª Dimensión en Arturo, mi Yo de quinta Dimensión en Venus; y con mi Complemento Divino.
Yo estaría anclado en la 3ª Dimensión mientras que mi Complemento estaba anclada en la 4ª Dimensión. Mientras Yo asumía la responsabilidad de las actividades diarias de la vida del Templo, ella dirigiría el flujo del Espíritu mientras arraigábamos nuestra vida venusina Penta-Dimensional en las fundaciones del Templo y lo bendecíamos con el Amor Incondicional de nuestra Fuente en Arturo. Con este alineamiento, el miedo no podría echar raíces en mi consciencia. Ahora Yo era consciente de mi temor; podría mantenerlo como un guardián que me recordara permanecer conectado con mi Yo, protegerme contra la corrupción y rodearme con Amor.
Oí la voz de mi Complemento Divino: “Permite que el Amor interior se encuentre con el Amor del exterior en una gozosa unión de Espíritu y Materia”.
Sonreí desde mi corazón. Sí, Yo admitiría su Amor en mi cuerpo físico. De esa manera, podríamos fusionarnos mientras Yo aún estaba en una forma tridimensional. Juntos gestaríamos, cuidaríamos y protegeríamos el Templo de mi visión, con Amor Incondicional. Mi Complemento Divino se mantendría cerca de mi corazón y mente, para recordarme que Yo era de mi YO mayor. Juntos podríamos trascender la separación y las limitaciones de la 3ª Dimensión. Ahora Yo estaba listo.
“Sí, iré contigo”, dije al Rey. “¡Construiremos un Templo para sanación e iluminación, para que todos los que entren puedan aprender que el Amor es más fuerte que el temor; y que el Espíritu está vivo en toda la materia!”
Como respuesta, oí que la tapa del sarcófago comenzaba a levantarse.
(El anterior es un extracto del libro ‘Reconstructing Reality’ por Suzanne Lie)
Queridos Iniciados:
Os agradezco por haber escuchado mi historia. Para concluír, os exhorto a recordar que nuestro mayor enemigo es el temor que hemos ocultado profundamente en el interior. Si ese temor puede ser sacado a nuestra consciencia, puede ser liberado con Amor. Por favor, aceptad ahora la mayor directriz de mi vida: ¡El Amor en más fuerte que el temor; y el
Espíritu está vivo en toda la materia!
AHORA Yo os dejo con los Arturianos, quienes nos guían a todos hacia la Luz.
RaHoTep
Queridos:
Nosotros los Arturianos os agradecemos por retornar a nuestro Corredor.
También agradecemos a RaHoTep por contarnos su historia.
Volveremos en unas pocas semanas de vuestro tiempo, para que también Matia pueda contarnos su historia.
Hasta entonces,
Los Arturianos.
Tradujo: Jairo Rodríguez R.
Consultoría Energética y Espiritual - http://www.jairorodriguezr.com/
jairorodriguezrr@gmail.com
Queridos:
Somos los Arturianos. En nuestra última reunión hablamos sobre la Iniciación, incluyendo la secreta y Sagrada Iniciación del Amor Humano. El concepto de Iniciación puede ser bastante confuso, especialmente la Iniciación del Amor Humano. Consecuentemente queremos compartir con vosotros la historia de dos Iniciados. Uno es masculino, RaHoTep quien hablará de su Iniciación en el Antiguo Egipto; y la otra es femenina, Matia, que hablará de su Iniciación en la Antigua Delfos. Por causa de que sus historias son bastante largas, RaHoTep compartirá este mensaje en esta reunión; y Matia compartirá el suyo en nuestra siguiente reunión.
Todos vosotros tenéis realidades pasadas y/o paralelas, en las cuales habéis pasado por vuestras iniciaciones y habéis servido a Gaia como Grandes Iniciados. Presentamos estas historias para ayudaros a entender mejor el proceso de Iniciación, así como para encender vuestra memoria de vuestras propias “vidas de Iniciación”. Sabemos que habéis tenido estas vidas de Iniciación porque vemos vuestra Aura; y porque habéis encontrado vuestro camino hasta nuestro Corredor. Cuando RaHoTep y Matia cuenten sus historias, permitid que vuestras propias historias de Iniciación salgan a la superficie de vuestra consciencia.
En esta reunión presentamos a RaHoTep:
Queridos, estoy feliz por compartir mi historia con vosotros. Mientras miro a todos los que están en el Corredor, el Corazón se llena de alegría al ver a tantos Iniciados. Espero que mi historia os sea de alguna ayuda y/o consuelo en vuestro propio proceso de ser vuestro verdadero YO Multidimensional en la vida diaria. Discernir entre las ilusiones de nuestro temor y la verdad de nuestro YO, es un desafío más difícil de lo que nos podríamos imaginar. Vuestra tarea es aún más desafiante, pues debéis encontrar y completar vuestras grandes Iniciaciones mientras también estáis llamados a completar vuestras tareas diarias de supervivencia en la 3ª Dimensión.
Yo vivía en una realidad en la cual quienes resultaban prometedores para obtener la Iniciación eran enviados al Templo a estudiar. Cuando mis padres hubieron hecho mi carta de nacimiento, supieron que mi destino no estaba con ellos, sino en el Templo. Quizá por eso nunca sentí el Amor de ellos en mis primeros años. Fue solamente hasta cuando entré al Templo a los cinco años de edad que experimenté el Amor que una familia puede ofrecer. Estudié y serví mientras era niño y adulto joven. Mi juventud en el Templo estuvo llena de amorosas instrucciones y maravillosos amigos. Yo sabía que algunos en el Templo no compartían mis sentimientos, pero Yo amaba cada minuto. Yo sentía como si finalmente hubiera llegado al Hogar.
Comencé mi Iniciación Final en mi primer Retorno de Saturno, cuando tenía 28 años de edad. Yo sé que esta edad puede parecer muy corta, pero Yo había estado en el Templo desde los 7. Los profesores me dijeron que consideraban que Yo estaba listo para tomar la Iniciación Final, pero tendría que esperar hasta que recibiera mis instrucciones internas. Se me dijo que les informara cuando mi Guía Interno, Radula, me dijera que era el MOMENTO. Esta instrucción llegó poco después de que mis profesores habían dado su permiso. ¿Cuántas vidas había tenido que tener para prepararme para este momento? Una ráfaga de vagas imágenes de esas vidas pasó por mi ojo mental. Profundamente dentro de mí, Yo sentía un llamado del destino aún no manifiesto. Yo estaba excitado, así como asustado.
Yo sabía que los tres resultados posibles de esta Iniciación eran: Éxito, locura o muerte. Las segundas dos opciones no eran aceptables para mí. Aunque Yo no temía a la muerte, pues sabía que era solamente un receso, sentía que aún no había cumplido el propósito de mi encarnación. Yo no quería que todos los años de estudio y trabajo fueran solamente para mi provecho personal. Quizá cuando terminara mis iniciaciones, sabría mejor cuál iba a ser mi servicio.
Al fin llegó el día. Había luna llena y Yo estaba listo. Había estado alojado en las instalaciones localizadas bajo la Esfinge, construídas especialmente para quienes esperaban Iniciación. Desde este alojamiento solamente había un corto camino por el desierto hasta la Gran Pirámide, donde cada iniciado pasaba siete días y siete noches en las profundas entrañas de la Pirámide. Estos siete días con sus noches se utilizaban para revisar vidas y lecciones pasadas. Si pasaba la primera parte, Yo sabía que habría más, pero se guardaba estricto secreto sobre el resto de la Iniciación.
Como esperaba, no pude dormir la noche anterior. Al amanecer llegaron a mi puerta tres Sacerdotes encapuchados, precisamente cuando los primeros rayos del Sol despuntaban en el horizonte. No se intercambiaron palabras. Los Sacerdotes me condujeron desde mi cuarto hacia el desierto. Siempre me había encantado el desierto al amanecer y en el ocaso, precisamente cuando el Sol se elevaba o caía en el horizonte. Los horizontes en Egipto eran infinitos, tan infinitos como el Espíritu.
Mientras seguía a los Sacerdotes hasta la Gran Pirámide, reflexioné en el suave fulgor dorado de la Luz. Mientras el desierto daba la bienvenida a un nuevo día, Yo le daría la bienvenida a una nueva vida. Sentí una cálida anticipación que correspondía a la rápida aproximación del calor del desierto. Yo era uno con toda la naturaleza. Los vastos paisajes del Mundo externo estimulaban mis visiones internas para prepararme para el despertar. El desierto estaba tranquilo, como mi mente; y una cálida brisa gentil acariciaba mi rostro como diciendo: “¡Buena suerte!”
Como respuesta, sonreí; y silenciosamente seguí a los Sacerdotes mientras entrábamos en la Pirámide. Aún cuando el Sol apenas se había elevado sobre el horizonte cuando los Sacerdotes y Yo entramos en la Gran Pirámide, Yo no estaba preparado para la oscuridad total que nos rodeaba. Uno de los Sacerdotes llevaba una pequeña lámpara de aceite.
Ésa la única cosa que Yo podía distinguir mientras bajábamos cada vez más en la Gran Pirámide. En mis lecciones Yo había aprendido que la oscuridad total de la Pirámide estaba destinada a prepararnos a encarar nuestra oscuridad interior.
Finalmente llegamos a una pequeña puerta de madera de diseño muy simple. A la lumbre de la única lámpara pude ver las vetas de la madera, un pestillo dorado y una cerradura abierta. Los Sacerdotes me encerrarían en este cuarto durante siete días con sus noches, totalmente solo. Ellos abrieron la puerta, me condujeron al interior y me dieron instrucciones de que me sentara sobre una sencilla estera de papiro en el piso de piedra. La lámpara de aceite fue colocada en una repisa a mi derecha, junto con un pequeño odre de agua.
“Esta lámpara solamente arderá durante tres días con sus noches. Después estarás en total oscuridad”.
Éstas fueron las primeras palabras que dijeron los Sacerdotes. No dijeron más. Oí cerrarse la puerta; y el pestillo se cerró con un suave chasquido. Cerré los ojos y comencé a meditar. Durante esos siete días repasé mis lecciones de esa vida y de todas las otras. Fui una y otra vez a la tierra de los muertos para hacer penitencia por cualquier cosa que hubiera hecho mal. Repasé todas las lecciones que había recibido en todas las vidas a las que tenía acceso. No recuerdo el chisporroteo de la lámpara de aceite ni haber alcanzado el agua. Solamente recuerdo el suave chasquido del pestillo. Este primer sonido externo en siete días, me precipitó de vuelta a mi cuerpo físico.
Cuando los Sacerdotes entraron en la habitación, vi sus rostros encapuchados a la Luz de otra lámpara de aceite que tenía uno de ellos.
Los saludé lentamente con la cabeza para mostrarles que aún estaba vivo y consciente. En respuesta movieron ligeramente la cabeza y me hicieron señas de que me uniera a ellos. Me tomó un tiempo pararme; y cuando lo hice, no podía caminar. Me apoyé en la pared e hice que la fuerza vital regresara a mis piernas que habían estado cruzadas en una sola posición durante siete días. Los Sacerdotes tomaron de la repisa mi lámpara de aceite y el odre, ahora vacíos; y esperaron pacientemente. Cuando fui capaz de caminar, me condujeron fuera de la habitación.
Yo no sabía para dónde íbamos, pero sabía que puesto que había sobrevivido a la primera parte de la Iniciación, se me permitiría hacer la siguiente. Los vestíbulos interiores de la Pirámide estaban tan oscuros como antes, pero ahora mis ojos se habían acostumbrado a ello. La pequeña lámpara de mis tres guías brillaba para mí como una estrella para seguirla. Al comienzo los guías caminaron lentamente para permitirme acostumbrarme a mi cuerpo, pero aceleraron el paso tan pronto como supieron que Yo podía seguirlos. Bajamos, bajamos y bajamos.
Rahotep y Nofret
Al comienzo su entonación parecía al azar. Pero gradualmente, comenzó a poderse discernir un patrón hasta que hubo un crescendo de bellos tonos armoniosos. Mientras el canto se extinguía en la oscuridad que nos rodeaba, fue reemplazado con un estruendo sordo. Gradualmente, el muro comenzó a moverse hacia la derecha. Tras esta simple barrera pétrea había un par de magníficas puertas doradas ornamentadas y grabadas.
Mientras las puertas se revelaban lentamente, Yo sabía que había visto estas puertas antes en mis meditaciones. Uno de los Sacerdotes se aproximó a las puertas doradas y puso una mano en cada puerta. Las puertas estaban tan bien balanceadas que con el más ligero empuje giraban para abrirse hacia un gran salón. Los Sacerdotes me hicieron señal de que entrara. Las puertas se cerraron rápidamente tras de mí. Otra vez oí el estruendo sordo de la pared ocultando cualquier traza de la Sagrada Cámara de Iniciación.
La brillantez del salón me cegó. Nunca había experimentado semejante iluminación estando en forma física. Lentamente, lentamente, mis ojos se acostumbraron a la Luz y comencé a examinar el salón. Este salón no era de mi Egipto.
Había domos y pilares con incrustaciones de lapislázuli, esmeraldas, rubíes, diamantes, amatistas; y joyas que Yo no pude identificar. Colores que Yo nunca había visto estaban pintados sobre los muchos grabados, estatuas y figurines que parecían moverse como si estuvieran vivos. De alguna manera supe que todo en el salón era muy antiguo y tenía una fuerza vital mayor que cualquier cosa que Yo hubiera conocido. Ésta era una arquitectura que Yo solamente había visto en mis viajes internos a Atlántida.
El gran domo central albergaba una pirámide más pequeña que era más una vibración de Luz que una estructura física. Anubis y Toth, los antiguos Dioses Egipcios de la Iniciación, estaban dentro de la Pirámide, a cada lado de un gran sarcófago. El sarcófago estaba montado sobre una plataforma de oro puro con escalones de plata que subían por el lado derecho. El sarcófago estaba hecho de una sustancia que Yo no había visto antes. Instintivamente supe que esta sustancia no era de este Planeta y había sido dada a la Tierra hacía milenios, por sus primeros habitantes.
El sarcófago estaba tallado ornamentalmente con el mismo estilo no-Egipcio de las paredes que me rodeaban. Sentí que aunque el sarcófago era opaco, podría volverse translúcido si la mente del observador hiciera las alteraciones apropiadas. Anubis me hizo un gesto para que entrara en el sarcófago; y Toth asintió. Esta vez tampoco hubo comunicación verbal.
El viaje desde la puerta hasta las escaleras de plata, fue el más largo de mi vida. Mientras subía los pocos escalones, me di cuenta de que si vivía para volver a bajar por ellos, sin duda no sería la misma persona que antes.
Me tendí dentro del sarcófago. La sustancia era dura como la piedra; y sin embargo suave y cálida como la piel. Sentí como si estuviera volviendo a entrar al útero. Las rígidas paredes planas parecían moldearse lentamente alrededor de mi forma mientras me acomodaba en el sarcófago. Pensé que no podría moverme aunque hubiese elegido hacerlo. Luego Toth inclinó la cabeza sobre el borde del sarcófago y me hizo 3 preguntas en un lenguaje desconocido. Yo no sabía cuáles eran las preguntas, pero intuitivamente supe que sin duda eran preguntas; y que mi supervivencia dependía de mis respuestas.
Envié un llamado a mi Guía Interno, Radula, mientras veía que la tapa del sarcófago me encerraba lentamente en mi tumba. Silenciosamente, la tapa se afirmó para significar mi transición. Yo estaba solo.
Si permanecía demasiado tiempo en la tumba, moriría. Dentro había poco oxígeno, así que si Yo iba a mantener vivo mi Yo físico, tendría que llevar mi consciencia hasta las dimensiones superiores de tal manera que pudiera alimentarlo con el Espíritu. Yo sabía que Yo no podría abandonar mi cuerpo a través de mi Tercer Ojo como lo había hecho muchas veces antes. Busqué en mi interior un Portal para usarlo para liberar mi Espíritu del confinamiento de su forma física. Comencé a sentir que dentro de mí surgía un profundo temor, pero lo obligué a desaparecer. ¡No me podía permitir experimentar una emoción que hiciera descender mi consciencia!
“¿Dónde está el Portal hacia tu YO Superior?”
Ahora había entendido la primera pregunta. Recordé el canto de los Sacerdotes fuera de la puerta de piedra. Yo no podía usar mi voz, pues había muy poco oxígeno como para desperdiciarlo, pero sentí la vibración del canto tal como con los tres Sacerdotes. Puesto que mi consciencia no estaba limitada a una voz Humana, Yo podía cantar las 3 partes a la vez. La melodía y la frecuencia calmaron mi temor y elevaron más mi consciencia.
Me encontré concentrándome en un Portal dentro de mi cabeza, en el núcleo mismo de mi cerebro. Mientras continué entonando, algo sólido, como una puerta de piedra, comenzó a abrirse; y tras ella estaban las mismísimas puertas doradas que había visto al entrar en este salón. Estas puertas se abrieron hacia adentro. Otra vez pase a través de ellas y las sentí cerrarse rápidamente tras de mí. Al comienzo no vi nada más que Luz Dorada, la cual abrazaba a cada célula y a cada átomo de mi forma y de mi consciencia.
Luego, lentamente, a la distancia, vi que se comenzaba a formar un vórtice. Comenzó a remolinear, lentamente al principio; y luego cada vez más rápido. Era dorado, plateado, azul, violeta; y con los otros colores que antes había visto en el salón, fuera del sarcófago. Sentí una atracción a entrar en el vórtice; y con mi decisión para hacerlo así, repentinamente estaba precisamente ante mí.
Caí hacia su núcleo y me encontré girando cada vez más rápido a través del espacio intemporal. Al comienzo Yo estaba mareado, pero luego el giro se hizo tan intenso, que me sentí totalmente quieto, pero al mismo tiempo, sentí como si cada célula y átomo hubiera acelerado su vibración en respuesta al giro. Luego, con un pequeño estallido, mi giro se detuvo y me encontré en medio de un gran vacío. Me había vuelto Penta-Dimensional y todo estaba en calma.
Con la 2ª pregunta, había ante mí una Luz Dorada, que se convirtió en una forma dorada: Mi Complemento Divino. Llegó en la forma de una mujer, puesto que Yo encarnaba a un hombre. Nos abrazamos en unión y Amor profundos. Ella me miró a los ojos y susurró: ‘Ahora te llevaré al Hogar’.
Luego estábamos en Venus. Se desplegaba ante nosotros con toda la belleza y armonía que Yo recordaba desde lo profundo de mi Alma en todas mis vidas. Mi corazón se abrió con una ráfaga de Luz y Amor que hubiera hecho explotar mi cuerpo terrenal si Yo hubiera estado en mi consciencia tridimensional. Veía las nieblas de Venus a todo mi alrededor.
Veía la flora y la fauna de mi amado Hogar mientras flotaban alrededor de mí en amorosa bienvenida. Con cada uno de sus movimientos y armoniosos colores y sonidos, hacían eco de sus desplazamientos.
Una fiesta de bienvenida formaba un pasaje que nos condujo a la entrada principal de la Ciudad Cristalina. Mi Complemento Divino se deslizó hacia mi forma mientras nos convertíamos otra vez en Uno para nuestra llegada al Hogar. Translúcidas puertas de cristal se abrían ampliamente cuando nos aproximábamos a ellas; y una huella dorada iluminó nuestro camino hacia el corazón de la ciudad. El Templo Dorado de la Sabiduría yacía con refulgente esplendor al final de la senda, en la cúspide de una colina. Las puertas estaban abiertas esperando nuestra entrada. Aún cuando podríamos haber estado en nuestro destino instantáneamente, disfrutábamos el viaje y la comunión con otros, así que elegimos viajar con los mismos movimientos natatorios/voladores de quienes nos rodeaban.
Eventualmente, nos encontramos parados frente al poderoso Sanat Kumara, el Logos Planetario de la Tierra y Regente de Venus. Rami Nuri y Djwhal Khul, como sus consejeros, estaban a cada lado de él. Los Complementos Divinos de ellos tres fluyeron a su interior. Eran andróginos. ¡Estaban completos!
Me incliné ante ellos y Sanat Kumara me entregó una joya. La joya no era como nada que hubiera visto antes. Era más una vibración que una sustancia, pero tenía belleza y forma. Tomé la joya con gratitud y la sostuve dentro de mi corazón.
Mi Complemento y Yo pasamos lo que parecía una vida en Venus. Vivimos y amamos y morimos. Y luego comencé a sentir una atracción. Yo sabía que la atracción era mi destino. Era la Tierra. Me estaba llamando a retornar a mi vida tridimensional para que pudiera cumplir allí mi destino. Yo tenía que retornar para que el cuerpo viviera. La tristeza de esa realización sacudió mi Alma misma, pero recordé mi cometido. Yo había dicho que permanecería en la Tierra. Consecuentemente tenía que retornar antes de que fuera demasiado tarde para salvar la vida de mi forma terrenal.
La repentina densidad del sarcófago fue un gran impacto. ¿Cómo pude retornar tan rápidamente sin siquiera un adiós? Y entonces mi corazón sintió el Amor de mi Hogar y de mi Complemento Divino. Sí, no hubo adiós, porque Yo la tendría en mi consciencia, pero: ¿Y del sarcófago? Había aún menos oxígeno; y ahora Yo era totalmente físico.
“¿Cómo abres el sarcófago?”
“¡Eres libre!” Oí decir a Toth en Egipcio, mi lengua nativa.
Después de semanas de contemplar mi Iniciación, me di cuenta de que ahora mis lecciones yacían en encontrar lo “espiritual” que reside en lo “físico”, en lugar de yacer en lo solamente “espiritual”. Les dije esto a mis profesores y ellos estuvieron de acuerdo con mi decisión. Me retiré a meditar a mi pequeña celda y a la vez sentí que mi Guía Interno llegaba hasta mí.
“¡Oh, Amado Radula, ayúdame! ¿Cómo puedo cumplir esta parte de mi destino?”
“Debes abandonar el Templo”.
“¡No, no! ¿Cómo podría? Eso sería como abandonar mi hogar”, supliqué.
“Exactamente”, replicó mi guía. “Llega un momento en el cual cada hijo del Uno debe abandonar la seguridad del Hogar para encontrar una nueva vida. ¡Tu momento es ahora!”
Salí de mi meditación con una sensación de ansiedad. ¿A dónde iba a ir?
¿Cómo iba a unificarme y arraigarme en el Mundo físico? Yo había aprendido a unificarme y rendirme al Mundo Espiritual, pero había habido muchos profesores para ayudarme. Ahora estaría solo. En la Senda Espiritual había habido un anhelo, un llamado del Hogar. Pero ahora me sentía compelido más por el deber que por el Amor y el anhelo; y sabía que debía abandonar el Templo. La vida había sido demasiado protegida, y mi tarea no podría completarse en ese ambiente. El Templo era solamente parcialmente físico; y consecuentemente, sólo parcialmente el lugar de mi propósito.
Supongo que podría haberme quedado allí, pero me habría tomado mucho más tiempo lograr mi tarea de arraigar mi Espíritu en la materia. Como dicen en lo físico: “El tiempo es esencial”. No sabía cuanto tiempo podría mantener mi compromiso con una Senda tan desafiante para mí. Inclusive en la Sagrada vibración del Templo, la baja vibración de la 3ª Dimensión tendía a distorsionar las visiones de mi Iniciación. Yo sabía que debía aprovechar la oportunidad de aventurarme al Mundo exterior mientras mis lecciones permanecían fuertemente en mi memoria: “Cuanto mayor el riesgo, mayor la victoria”. Y lo más importante, Yo tenía que seguir mis instrucciones internas.
Así que con lágrimas en mi corazón, dije adiós a todo lo que había conocido y amado. No tenía esperanza de hacer entender a mis muchos amigos y compañeros por qué tenía que irme, pues Yo mismo escasamente lo entendía. Solamente Radula lo entendía. Así que sin mirar atrás, dejé mi amado Templo; quizá para siempre. ¿Pero qué significaba ‘para siempre’? Ahora que había viajado más allá del tiempo, muchas palabras no significaban nada. ¿Cómo podría alguna vez relacionarme con las personas del Mundo, cuando escasamente podía relacionarme con las reglas del plano físico? Mi mente estaba llena de preguntas cuando dejé tras de mí a mi amado Templo.
Los primeros seis meses podrían haber sido años, o eones. Mis muchas actividades eran demasiado intrascendentes para notarlas. Las responsabilidades mundanas de la vida eran inmanejables para mí. Nunca había aprendido a cuidarme en el Mundo. Conseguir y preparar alimentos y encontrar un lugar para dormir, era una experiencia nueva. Todas mis necesidades físicas habían sido satisfechas en el Templo. Ahora que estaba por mi cuenta en un Mundo extraño para mi mente, todo se convirtió en una tarea y en un esfuerzo. ¿Cómo iba Yo a desear, mucho menos obtener, un sentido de unidad con una vida que Yo ni siquiera podía comenzar a entender?
Muchas veces dudé de mi propósito, así como de mi cordura. De hecho, muchos creían que Yo había fracasado en mi Iniciación y había sido lanzado a las calles, en lugar de haberme ido por mi libre voluntad. No podían entender por qué llevaría a cabo esta tarea desconocida. Se suponía que un Sacerdote permaneciera en el Templo. No se suponía que saliera a las calles a ayudar a la gente. Se suponía que la gente iba al Templo cuando necesitaba ayuda. Y si no podía ir al Templo, no obtenía ayuda. Ésa era la voluntad de los dioses; y la gente no la cuestionaba. De hecho, descubrí que la gente no cuestionaba nada, excepto si Yo estaba loco o no. Yo estaba intentando algo que nunca había sido hecho; y eso los asustaba. Sin embargo, en el lado iluminado, Yo sentía un conocimiento interno de que estaba siguiendo mi destino.
Finalmente encontré un valle maravilloso. Allí la energía era diferente de la de cualquier otra parte que Yo hubiera experimentado. En este valle Yo podía sentir algunas de las altas vibraciones que había conocido en la vida del Templo, pero eran diferentes. Quizá estaban más arraigadas en la Tierra, como Yo estaba aprendiendo a estar. Yo encontraba gran alegría en vagar por las colinas cerca de mi campamento. Había un pequeño pozo con un magnifico árbol junto a él. Pasé largas horas de meditación bajo ese árbol. Las energías de la Diosa comenzaban a entrar por la base de mi columna vertebral. Por primera vez en mi vida, sentí que Yo era un miembro del plano físico. Comencé a lograr una relación con la Naturaleza que era desconocida en el Templo, donde constantemente nos esforzábamos por abandonar nuestros cuerpos y viajar hacia los otros mundos. Yo estaba comenzando a entender el significado de mi directriz interna.
Unas pocas personas se reunieron alrededor de mí, aunque ni ellas ni Yo entendíamos por qué. Yo vivía muy sencillamente y en armonía con mi ambiente. Las personas me traían alimentos y Yo las sanaba o las escuchaba. ¿Hay alguna diferencia entre las dos cosas? Dentro de mí estaba creciendo una extraña paz que se sentía muy parecida a la paz del valle. Yo había pasado mi vida encontrando una conexión con el Espíritu; y ahora estaba descubriendo una conexión con la Tierra. Descubrí que estaba comenzando a disfrutarla.
Las personas que llegaban a mí eran especiales. Estaba suficientemente cerca del poblado para que estas personas supieran que Yo había pasado por mi Iniciación. También creían que Yo había fallado y que me había tenido que ir del Templo. Sin embargo, aún así venían, elegían escuchar una voz interna e ignorar las voces externas que les decían que Yo estaba loco. Algunos vinieron por curiosidad y pronto se fueron. Sin embargo la mayoría venían por causa de un llamado interno; y ellos fueron los que se quedaron.
Gradualmente, las personas comenzaron a traer esteras de dormir o carpas sencillas; y acampaban conmigo. Nuestra vida era muy pacífica. Nos levantábamos al amanecer para saludar al Sol. Nuestras ceremonias eran simples e individuales. Cada persona encontraba un sitio y desde ese lugar agradecía al Sol cada amanecer. Yo no sabía cómo le agradecían, pues estaba ocupado y había elegido no observarlos. Si me lo decían, lo cual usualmente hacían, Yo los escuchaba sin comentarios. Cuando pedían mi opinión, Yo los remitía a su Guía Interno. Yo les decía a todos que su voz interna los había guiado hasta mí; y que continuaría guiándolos. Yo actuaba meramente como un intérprete. Tal como habían sido conducidos hasta allí, eventualmente serían conducidos a irse. Yo permanecí amoroso pero desapegado. Yo sabía que mi lección terrenal era permanecer desapegado de cualquier aclamación pública. Sin embargo, Yo temía que parte de mi lección fuera encarar el desafío del éxito y la adulación.
Comíamos lo que nos llegaba y estábamos tan agradecidos por una frugal comida, como si estuviéramos en una fiesta. Sabíamos que la comida era un gusto que podía corromper. Teníamos claro que no debíamos apegarnos a ella. Cuando las personas habían aprendido a sanarse, usualmente deseaban aprender a sanar a otras. Estaba seguro de que estas personas eran extraordinarias y habían llegado a aprender; y no meramente a ser sanadas. Algunos recordaban mucho de lo que les había enseñado, y otros eran incapaces de retener lo que habían aprendido. Yo era flexible de tal manera que no repetía lo que ya sabían, ni los empujaba demasiado duro para aprender nueva información.
Después de uno o dos años, el grupo había crecido hasta unas cincuenta personas. Algunas venían solamente por un tiempo, algunas regularmente; y unas veinte vivían allí. Yo sentía una inquietud comenzando a agitarse en mi interior, pero no sabía qué era. Sabía que algo estaba a punto de cambiar, pero no estaba seguro si era mi cuerpo, mi ambiente, o incluso mi consciencia. Desafortunadamente, también sabía que este cambio no sería fácil; y que tendría que advertirles a los veinte que vivían conmigo.
Yo sabía que ciertos miembros del poblado estaban preocupados por lo que estábamos haciendo. Yo debía estar listo para irme en cualquier momento.
Finalmente les dije a los veinte que era tiempo de irnos. Yo podía sentir el creciente descontento del pueblo. Puesto que vivíamos de una manera tan simple, ellos se rehusaban a creer que éramos de la Luz. El oro y las joyas rodeaban a los Sacerdotes del Templo. Si los dioses estuvieran de nuestro lado: ¿Por qué no éramos provistos de riquezas materiales? Los miembros del poblado creían que no se podía tener poderes espirituales sin riquezas.
Puesto que no tenían posibilidades de poseer estas riquezas, seguían creyendo que tenían que pedir poder a los dioses, pues nunca podrían obtener el poder entrando en su interior.
Desafortunadamente Yo me había quedado demasiado tiempo. Muchas personas furiosas y asustadas cayeron sobre nosotros en la noche. Cuatro de los veinte fueron asesinados; y diez fueron heridos. Los restantes seis escaparon en la noche. Los diez heridos y Yo nos adentramos en el desierto para sanarlos. Aún cuando había habido mucha violencia, Yo estaba ileso. No sabía por qué. Quizá aún estaba funcionando alguna protección más grande. Yo sabía que los seis que escaparon no retornarían. Sentí su desilusión. También muchos de quienes no habían vivido con nosotros, estaban desilusionados o temerosos. Varios leales amigos encontraron psíquicamente nuestro escondite y nos trajeron comida, agua y noticias del pueblo. Algunos sentían que su tarea era permanecer en el pueblo y llevar a cabo el trabajo de manera silenciosa; y el resto seguiría con nosotros cuando todos estuvieran sanos.
Yo descubrí cuán difícil era mantener mi creencia en el Libre Albedrío y aceptar el Amor, frente a semejante adversidad. En el Templo, nos protegían los alrededores y las supersticiones sobre los dioses y sus Sacerdotes. Aquí, toda mi protección estaba dentro de mí; y Yo siempre tenía que sentirla para poder proteger a los otros. Me sentía responsable por las muertes y las heridas. Si hubiera actuado más rápidamente ante mi impulso interno, podría haber evitado cualquier daño. Ésta era una lección difícil de aprender. Yo tenía que recordar que debía reaccionar instantáneamente ante mi guía interna. Yo no estaba en el Templo, el sitio de la instrucción suave. Podría haber solamente una advertencia; y si uno no la acataba, las consecuencias podrían ser crueles.
Nuestra pequeña comunidad había perturbado el sentido de la realidad de las personas del pueblo; y asustadas, se habían vengado con violencia. Yo había aprendido de la manera difícil que mi trabajo tenía que hacerse tranquilamente, lejos de aquellos incapaces de aceptar una nueva realidad.
Había aprendido que quienes no podían encontrar consuelo en sus propias creencias, se sentirían amenazados por nuevas ideas. Uno debe encontrar primero el núcleo de su propia verdad, antes de abrazar otra.
Los viejos cimientos deben ser desarraigados antes de que puedan ser tendidos unos nuevos. Las personas que nos habían hecho daño no eran malas.
Cuando comenzamos a mudarnos, algunos del grupo decidieron quedarse atrás. Yo les había hablado a todos, individualmente y en grupo. La mayoría entendían lo que había sucedido; e incluso estaban aliviados al saber que Yo era Humano. Sin embargo, algunos estaban buscando una persona Divina y no podían soportar saber de mis fragilidades. Estas personas no vendrían con nosotros. Yo había decidido discutir siempre con mi grupo mis emociones y mis dudas humanas. Eso me ayudaba a entender mi parte Humana; y también me protegía de la adulación de los miembros del grupo. Yo no quería tener la carga de ser ningún dios. Yo era meramente un profesor y un guía. A partir de mi trabajo en el Templo Yo había entendido que la humildad no había sido una de mis fortalezas en vidas pasadas; y debía empeñarme en afinar esa virtud.
Después de muchos meses de viaje, nuestro grupo había disminuído más.
Finalmente encontramos un lugar donde podríamos estar por un tiempo. Habíamos viajado por muchas tierras áridas; y finalmente nos encontrábamos en un pequeño oasis tropical. Había agua y frutas.
También, las caravanas que viajaban por esta área gustosamente intercambiaban sus provisiones por una sanación, por fruta seca; y por cualquier otro servicio que pudiéramos prestar. El oasis era bastante grande; y podríamos estar lejos de las caravanas que se aprovisionaban de agua. Consecuentemente, solamente llegaban a nuestro campamento quienes sentían realmente un llamado interno. Usualmente, uno o dos de nosotros iba al área de aprovisionamiento de agua y proponía un intercambio. En el grupo, varios podían leer bastante bien las auras. Siempre estaban de acuerdo en mirar si había peligro. Nos estábamos volviendo más sabios y más cuidados.
Después de unos seis meses, sentí que era el momento de mudarnos de nuevo. Esta vez no esperaría demasiado. Las noticias de nuestro trabajo se habían difundido y muchos habían venido especialmente a ser sanados o para aprender. Sin embargo, cada vez había habido más problemas con los líderes de las caravanas, los cuales sentían que de alguna manera éramos una amenaza. Habíamos encontrado un valle con agua a dos días de camino. Podríamos venir al oasis solamente para intercambiar, mientras llevábamos a cabo nuestras otras actividades a una distancia segura. Me preguntaba cuándo dejaríamos de ir de un sitio a otro.
¿Estábamos destinados a alejarnos incesantemente cada vez más, para no ofender a otros?
El cambio de localización fue bastante fácil. Todos nosotros hicimos nuestra parte. Ahora pudimos ver que éste era un sitio mucho mejor. Había una pequeña corriente que surgía del suelo en la cúspide de una colina baja; y corría por la superficie suficiente trecho para formar un pozo de buen tamaño, antes de volver a ser subterránea. Una de las mujeres del grupo dio nacimiento a un niño. Tuvimos nuestro primer ciudadano nativo.
Ciudadano de dónde, Yo no lo sabía, pero parecía que había comenzado a formarse alguna clase de comunidad. Yo no sabía cómo llegaba allí gente nueva, pero llegaba regularmente. Algunos habían oído de nosotros por los comerciantes; y de alguna manera la noticia llegaba a otros. Unos pocos llegaban por Guía Divina, pues no podían recordar cómo nos habían encontrado.
Entonces un día, llegó un Príncipe de una tierra lejana con varios de sus guardaespaldas. Yo tenía una sensación de incertidumbre respecto a este evento. Sabía que conduciría a algún nuevo desarrollo; y Yo no pensaba que fuera muy importante. Sin embargo, Yo estaba allí para seguir las instrucciones internas; y comenzaba a estar en paz con permitir que cada nuevo desarrollo se formulara por sí mismo. El Príncipe comenzó a venir regularmente. Él tenía una rara enfermedad genética que Yo creía que podía curar. Él había llegado hasta nosotros por causa de un sueño; y me reconoció instantáneamente. Yo le dije que su enfermedad había sido determinada por su Karma; y que su tarea era cumplir este Karma. Una vez que su Karma estuviera equilibrado, la enfermedad estaría curada. Sin embargo, Yo no sabía si esta curación llegaría en la vida o con la muerte.
Me encariñé mucho con el Príncipe y estaba teniendo problemas para mantener mi objetividad.
Constantemente tenía que recordarme que aceptara la decisión de su Alma; y que no tuviera ningún temor ni tristeza.
El Príncipe y Yo hablamos muchas veces. Cuando miré sus otras vidas, descubrí que había sido muy duro de corazón y que no podía ver el sufrimiento de otros. Consecuentemente, en esta vida su corazón no tenía suficiente elasticidad. Finalmente decidimos que para equilibrar su Karma, tenía que vivir durante un año como un campesino entre su gente. Sentimos que sí vivía esto su condición mejoraría, si se permitía reconocer el dolor de otros y tener Compasión por ellos. Por supuesto que el padre del Príncipe no estaba contento con este acuerdo, pero haría cualquier cosa por tratar de sanar a su hijo. Yo iba a viajar con él tan frecuentemente como pudiera. Esto implicaría considerable dificultad, pues el viaje era largo y peligroso, pero sentí que Yo debía continuar mientras se desplegaba la Senda.
Después de casi un año, el Príncipe estaba mucho mejor. Su sanación pronto estaría completa; y volvería a ayudar a su padre a gobernar. Esto fue precisamente a tiempo, pues el padre era muy anciano y estaba pronto a abandonar el plano físico. Yo traté de preparar al Príncipe para esta posibilidad, pero se resistía a oírlo. Yo temía que ésta sería la prueba final y más difícil para el Príncipe. Él se había convertido en un hombre muy amable; Yo estaba seguro de que sería un gobernante amable y justo. Yo dudaba que él pudiera obtener la sabiduría de un Faraón, pero él cumpliría su destino con su mejor potencial. Esto era todo lo que uno podía hacer en cualquier vida.
Finalmente, el año estuvo completo. El Príncipe había acabado de retornar a su hogar cuando su padre murió. Yo hablé en el otro lado con su padre y encontré que todo el tiempo él sabía de su inminente muerte, la cual era la única razón por la cual había estado de acuerdo con mi plan. El plan había sido muy exitoso. El Príncipe habló con su padre antes de que muriera; y pudo encarar su muerte con valor. Yo estaba feliz por el Príncipe, que ahora era el Rey. Él había pasado de estar enfermo y asustado, a ser un hombre fuerte y viril. El nuevo Rey quería que Yo comenzara un Templo para él, para proveer sanación y educación a su gente. Yo lo haría, pero tan pronto como comenzara, dejaría algunos de mis alumnos más avanzados para manejarlo; y luego me iría.
El Rey me había dado carta blanca para enseñar como Yo quisiera; y pronto me encontré en una posición de bastante poder. Él me construyó un bello Templo; y tenía muchos Sacerdotes y Sacerdotisas a mi cargo. Yo era el Alto Sacerdote; y no había nadie que me recordara mi lugar. Las escuelas eran exitosas; y la gente estaba notablemente abierta a mis enseñanzas. Muchos querían adorarme y convertirme en algo que Yo no era. Los reconocimientos y las alabanzas eran más una amenaza que un tesoro, y Yo constantemente revisaba mis sentimientos para descubrir cualquier partícula de aferramiento a las recompensas terrenales.
Constantemente llamaba a mi Guía Interno para mantenerme equilibrado y para mantener mi consciencia centrada. Pero a pesar de mis esfuerzos, comencé a temer el llamado de las riquezas, de la adulación y de la comodidad. Les temía porque comencé a disfrutarlas; demasiado.
En el desierto no había habido en mí ningún temor, pero aunque añoraba mis días de soledad en la naturaleza, nunca abandoné mi Templo. En medio del lujo, el temor; y sí, la arrogancia, comenzaron a invadir mi consciencia. Trabajé muy duramente para purificarme, pero cada día la riqueza y el reconocimiento alteraban mi mente y endurecían mi corazón. Gradualmente, comencé a cambiar. Yo estaba desgarrado. ¿Debería quedarme allí y continuar mi trabajo, o debería retirarme al desierto a salvar mi Alma?
Antes de que lo supiera, era demasiado tarde. Comencé a usar las vestiduras doradas; y decoré mis habitaciones como un palacio. Mis alimentos eran los mejores del reino; y comencé a mirar a las mujeres como si fueran algo para apropiarme. Yo sabía que podría irme, pero también sabía que no lo haría. Cada vez era más difícil conectarme con mi Guía Interno; y cuando lo hacía no entendía qué decía. Profundamente dentro de mí, sabía que no podía entender su mensaje porque no quería oírlo. En alguna parte de mi Alma Yo siempre había sabido que mi prueba sería mantener mi pureza y mi humildad, a pesar del poder, la fama y la riqueza producidos por el éxito y el reconocimiento mundanos. Aunque Yo había tenido sospechas de semejante desafío, había fracasado. De esa manera viví durante varios decenios.
Entonces una noche tuve un sueño. Soñé con Radula. El Guía que Yo había olvidado, de alguna manera había vencido mi resistencia y había tocado mi consciencia. Permaneciendo mudo ante mí, Radula desplegó una escena de un hombre viejo muriendo solo en el desierto. Desperté sobresaltado, pero no podía moverme. Lentamente, en mi mente repasé mis años como Alto Sacerdote. Y luego recordé mis ideales y mi ética de joven. Me sentía viejo y cansado. ¿Cómo había podido suceder esto? ¿Cómo me podía haber perdido en las tentaciones de la carne? ¿Eran tan tentadoras las cosas del Mundo, o era Yo más débil de lo que sospechaba?
Imploré a Radula que retornara, pero no hubo respuesta. Me moría de hambre entre los más deliciosos alimentos; y de sed entre los vinos más finos. Mi corazón estaba adolorido mientras un reino me amaba; la pobreza me acosaba, mientras cualquier cosa que tocara podría ser mía.
Los ricos alimentos y las finas bebidas me habían debilitado. Muchos años de usar solamente mi mente mientras otros atendían mi cuerpo, me habían hecho dependiente de la comodidad y la suavidad de la vida que había creado. Inclusive tenía tres esposas y habían engendrado cinco hijos, sin ser padre para ninguno de ellos. ¿Cómo había Yo perdido el control de mi vida de semejante manera? Mi angustia era mi secreto, puesto que había llegado a ser dependiente de la alabanza de otros; y no podía permitir que nadie viera mi vulnerabilidad, incluído mi viejo amigo el Rey.
Las finas comidas me enfermaban; y las bebidas me producían náuseas.
Las mujeres me aburrían; y el suave ambiente me sofocaba. ¿Qué iba a ser de mi Alma? Anhelaba retornar a los días simples en el desierto. Quizá si retornaba allí podría recuperar lo que había perdido. Me había vuelto delicado y débil tanto de cuerpo como de mente. Estaba tan atormentado que me enfermé. Tuve una fiebre que se extendió por muchos días; y sufrí una y otra vez la muerte del viejo hombre solo en el desierto. Finalmente, hice votos de que si mi salud retornaba, Yo retornaría a mis raíces, sin importar qué. Al día siguiente desperté totalmente curado. Mi respuesta había llegado. Debía viajar solo al desierto.
No le conté mis planes a nadie. Regalé mis riquezas a los pobres, excepto lo que era necesario para cuidar de mis hijos y sus madres. Temí que me odiaran por no estar de acuerdo con lo que Yo pensaba que era ‘suficiente’. Pero, no podía abandonarlos a la corrupción de mis riquezas.
Aún temía no tener ningún Amor por ellos, pero les deseé el bien cuando los deje solos al amanecer; y viajé hacia el desierto.
Aproximadamente después de una semana de viaje, encontré un pequeño oasis y me dispuse a encontrar mi Yo. Al fin me sentía contento en mi amado desierto. La belleza de la naturaleza sobrepasaba por mucho las riquezas del hombre. Cada Ser en la naturaleza me hablaba como un individuo. No había endiosamiento ni celos. Yo simplemente era un miembro de la Sociedad de la Tierra. Había abandonado el Templo solamente con una bestia y con unas pocas provisiones; y pronto la comida se había acabado. Como Iniciado, Yo había aprendido a pasar muchos días sin comida ni agua, pero ahora no podía elevar suficientemente mi vibración. Ni tampoco quería hacerlo. Mientras viajaba solo, llegué a darme cuenta de que había ido al desierto a morir. Era Yo el viejo que moría en el desierto. Gradualmente, permití que la fuerza vital abandonara mi cuerpo.
Cuando toda mi comida se había acabado, el hambre que sufrí fue de purificación y limpieza, mientras el peso del ‘éxito’ caía de mi cuerpo. Dejé que la bestia se fuera pues podía encontrar su camino a casa; y gradualmente me deslicé al delirio de la inanición y la fiebre. Había recuperado el contacto con Radula. El Amor de mi Guía era más importante que la adulación de todo un reino. En sólo unos pocos días más, me habría ido de la Tierra.
Quizá Yo me había dado por vencido, o quizá había seguido una directriz Divina. Solamente lo sabría con seguridad en el otro lado. Ya no podía continuar. La energía vital había abandonado mi cuerpo y ahora flotaba precisamente sobre mi corazón. Para algunos, mi vida fue un gran éxito.
Para otros, fue un completo fracaso. En ese momento Yo no podía decir quién tenía la razón. Yo había hecho lo imposible; y eso me había destruído. Los últimos dos días fueron tan largos como mi vida entera. Yo había examinado cada momento de ella y quisiera poder retornar para corregirla. Sin embargo, ahora estaba demasiado débil para llegar al agua que no estaba lejos; y ya no tenía hambre hacía tiempo. El séptimo día abandoné completamente mi cuerpo. Cuando tomé mi último aliento, ya me sentía solitario por el cuerpo que debía abandonar. Sentí gran angustia por el final de mi vida. Todo lo que podía hacer era pedir perdón.
Llamé a Radula buscando perdón y comprensión. Lo último que vi fue al Príncipe, que ahora era el Rey, apresurándose a salvarme.
Abrí los ojos pensando que vería los mundos superiores, pero en lugar de ello todo lo que vi fue el interior del sarcófago.
“¡NO!” Grité. Estaba muy confuso y desorientado. ¿Dónde estaba?
¿Estaba en una tumba encerrado vivo para asfixiarme lentamente?
Comencé a perder cualquier control de mis emociones y entré en estado de pánico. Empujé la tapa y golpeé los lados a mi alrededor, pero cuanto más luchaba, se hacía más pequeño y había menos oxígeno para llenar mis pulmones. Comencé a toser y a jadear. Estaba muriendo. La caja en la que estaba se hizo cada vez más pequeña, hasta que ya no podía luchar, pues no había espacio. La tapa estaba apenas a pulgadas sobre mi nariz. Sin embargo, la absoluta restricción me calmó.
Hice más lenta mi respiración y traté de recordar cómo había llegado a este lugar, pero no pude. Mi mente estaba en blanco, mi memoria se había ido. Lentamente, comenzó a crecer algo en mi corazón, un sentimiento. Al fin me di cuenta de que era un sentimiento de Amor. Al comienzo estaba lejos, muy lejos; y era más como un recuerdo que como una emoción.
Cuando enfoqué mi atención en él, el sentimiento se hizo más fuerte y cercano. Al final, surgió desde lo profundo de mi corazón. Sí, era Amor, el más bello Amor que podía recordar jamás. Una voz, clara como una campana y suave como la brisa matutina, susurró a mi Alma. La reconocí antes de que pudiera entender las palabras. Era mi Complemento Divino.
“¡Ésta es tu Iniciación, Amado. Estás dentro del sarcófago; y la vida que acabas de vivir fue una ilusión, una parte de tu Iniciación!”
Su ‘sentimiento’ y sus palabras calmaron mi Alma; y gradualmente comencé a recordar.
“Amada” dije en un susurro, “si no hubieras llegado hasta mí, Yo habría muerto. De hecho, aún puedo morir si no recuerdo cómo levantar la tapa. Pero si muero contigo, estaré contento”.
“Tú no necesitas morir, Amado. Lo que necesitas hacer es corregir tu error. Encuentra cuándo comenzaste a tomar tus decisiones a partir del temor, en lugar de a partir del Amor; y vuelve a entrar en la ilusión para cambiar tu intención”.
Sí, musité. ¿Cuando olvidé el Amor? ¿Cuando cambié mi intención?
Regresé una y otra vez a la vida haciéndome cada vez más consciente de la disminución del nivel de oxígeno en el sarcófago. Me di cuenta de que tenía que entrar en meditación y elevar mi vibración otra vez a la 4ª Dimensión, porque mi forma tridimensional ya no podría sobrevivir dentro del sarcófago. Mi ego tenía un momento difícil para elevarse sobre el temor. En respuesta a mis pensamientos, mi Complemento Divino comenzó a cantar suavemente a mi corazón. Cantó canciones de Venus y de Arturo, nuestro Hogar antes de ir a Venus. Sí, Yo había olvidado a Arturo. Había olvidado la frecuencia del Amor Incondicional que era la emanación de esa realidad.
Comencé a sentir que mi consciencia se elevaba. Sentí a mi forma como Luz pura; y otra vez la atrapada forma física no era sino un recuerdo. Mi Complemento y Yo éramos uno de nuevo. Éramos completos y andróginos y viajábamos a las dimensiones superiores. Vimos bajo nosotros la Ciudad Cristalina de Venus, pero continuamos. Luego vimos ante nosotros un bello vórtice lleno de Luz violeta y dorada. El vórtice nos atrajo hacia él y estuvimos en el vacío profundo más allá del vórtice. Todo estaba en silencio, completa y dichosamente silencioso. Éramos una pequeña partícula de consciencia en un vacío de potencial sin desarrollar. En este vacío, no había emociones ni pensamientos. No había movimiento ni tiempo. Estábamos flotando eternamente libres en el vacío.
Luego, gradualmente, de la profundidad de nuestra consciencia llegó un pensamiento. El pensamiento fue seguido por un sonido; y luego por una chispa de Luz. La Luz se convirtió en una estrella; y la estrella se convirtió en Arturo. La estrella estaba muy lejos, profundamente dentro de la consciencia. Sentimos su Amor y permitimos que ese Amor actuara como un rayo que nos atraía cada vez más cerca de nuestro verdadero Hogar. La reunión con el Amor Incondicional fue tan intensa que pareció crear una explosión interna que nos expulsaba del vacío, más allá del vórtice, pasando por Venus y de regreso al antiguo Egipto. Grité angustiado pensando que había perdido a mi Complemento Divino, pero instantáneamente oí su consoladora voz.
“Estamos completos, amado. Estoy viva dentro de ti; y siempre te recordaré que recuerdes el Amor Incondicional”.
Tranquilizado, tomé un momento para encontrar en mi visión el sitio adonde había llegado. Enfoqué mi atención para aclarar mi percepción interna y vi al Rey parado ante mí. Él acababa de ofrecerme construír un Templo para que Yo fuera el Alto Sacerdote y líder espiritual de su reino. Fue en ese momento cuando sentí que las reacciones de temor llegaban a mi corazón y a mi mente; mis intenciones pasaron del Amor al temor. Lo que había perdido resonaba ahora profundamente dentro de mi consciencia. Tenía miedo, tenía miedo de mi propia corrupción.
A lo largo de todas mis enseñanzas e Iniciaciones, había habido un engrama, una creencia esencial, profundamente oculta en mi inconsciente. Decía: ‘La materia corrompe al Espíritu’. Yo temía que el reconocimiento y las riquezas me corrompieran. Este temor pasó inadvertido y se filtró en mi consciencia como un veneno. Cuando una vez había sentido Unidad con toda la vida, comencé a sentir separación y limitación. Llegué a estar separado de quienes construyeron el Templo y servían en él; y limitado en mi habilidad para ver a mi Yo mayor. Mi pensamiento se polarizó en bueno y malo, Luz y oscuridad.
Gradualmente, la comparación, la competencia, los celos, se convirtieron en una parte de mi vida mental, mientras el resentimiento y la ira llenaban mis emociones. Yo anhelaba la simple iluminación de mi vida en el desierto, donde me había sentido unificado con toda la vida y había permitido que el propósito de mi Alma se desplegará ante mí.
Fue la reunión con mi Complemento Divino y nuestro viaje al Hogar en Arturo, lo que me permitió retornar a ese momento crucial de mi Iniciación; y arrancar de raíz la causa de mi muerte. Luego entendí que esta visión era una visión previa de mi Misión Divina, un ensayo por medio del cual podría encontrar a mi enemigo oculto: ¡Mi temor oculto! ¿De dónde había llegado este engrama, esta creencia esencial, amarrada firmemente a mi consciencia con temor? Sabía que para sanarla tenía que encontrar la causa; así que miré retrospectivamente mi niñez.
Cuando Yo era un niño pequeño y aún estaba viviendo con mis padres, vi que ellos eran muy pobres. Mi padre tenía grandes dificultades para encontrar satisfacción en su vida. Había estudiado para ser escriba, pero carecía de la disciplina necesaria y frecuentemente se encontraba sin trabajo. Su matrimonio era con alguien de clase más baja, mi madre era de una familia de granjeros. Sin embargo, fueron su diligencia y habilidad para cultivar alimentos para la familia; incluso para vender en el mercado, las que proveyeron la única seguridad que teníamos. Como un niño pequeño, frecuentemente los oía discutir porque cuando mi padre tenía trabajo, tomaba el dinero y lo perdía jugando.
Cuando fui al Templo, pensé que me sentía culpable por abandonar a mi madre a su difícil vida. La verdad era que me sentía culpable porque me sentía feliz de abandonar un hogar con tantas peleas y con tan poco Amor.
Aprendí de mis padres que la carencia de comodidades materiales podía destruír la conexión espiritual de una relación. Imaginaba que mi madre era la que me había criado, la clase de madre que Yo quisiera que hubiera sido; y culpaba a mi padre por robarme esa madre. Yo creía que había sido su egoísmo y sus adicciones los que habían arruinado mis primeros años.
Cuando entré al Templo, rápidamente olvidé a mis padres y a mi infeliz niñez. En todos los años en el Templo nunca sané este dolor infantil, porque había ignorado la vida que estaba viviendo actualmente; y en cambio me enfocaba en mis vidas pasadas.
Consecuentemente, un lugar de debilidad comenzó a crecer en mi consciencia. Un lugar donde Yo había ocultado mi secreta niñez, que temía que a mi padre le importaba más el dinero que Yo. Este temor infantil se expandió luego hasta mi oculto temor adulto de que me importaran más el éxito y la adulación, que lo que me importaba mi Alma. Estos temores se unieron con mis pensamientos; y creció un poderoso engrama que, desde el inconsciente, moldeaba mi comportamiento y mi vida. Por causa de que el temor era inconsciente, era aún más fuerte, pues Yo no podía monitorearlo. El desafío de mi Iniciación era encontrar este enemigo oculto para que Yo pudiera desarmarlo con mi fuerza de Amor; pero Yo había olvidado el Amor Incondicional de mis Yos Superiores y el poder que tenía este Amor. Gradualmente, me perdí en mis secretos temores de corrupción.
Mi Complemento Divino llegó hasta mí para recordarme que mi cuerpo físico, mi materia, era solamente la parte arraigada de mi Espíritu. Lo que Yo tenía que hacer para sanar mi vehículo terrenal, era conectarlo conscientemente con mi miríada de vehículos espirituales. Yo no era un Ser físico teniendo una experiencia espiritual. Yo era un Ser espiritual teniendo una experiencia física. Con ese conocimiento, pude recordar el Amor a mi vehículo terrenal, el Amor a mi madre, a mi padre; y lo más importante, el Amor a mi Espíritu.
Cuando Yo retornara para revivir mi visión, recordaría que Yo era un Ser Multidimensional. Esta vez mantendría el recuerdo de la comunicación con mi verdadero YO Multidimensional. Mantendría conexión continua con mi Yo de 6ª Dimensión en Arturo, mi Yo de quinta Dimensión en Venus; y con mi Complemento Divino.
Yo estaría anclado en la 3ª Dimensión mientras que mi Complemento estaba anclada en la 4ª Dimensión. Mientras Yo asumía la responsabilidad de las actividades diarias de la vida del Templo, ella dirigiría el flujo del Espíritu mientras arraigábamos nuestra vida venusina Penta-Dimensional en las fundaciones del Templo y lo bendecíamos con el Amor Incondicional de nuestra Fuente en Arturo. Con este alineamiento, el miedo no podría echar raíces en mi consciencia. Ahora Yo era consciente de mi temor; podría mantenerlo como un guardián que me recordara permanecer conectado con mi Yo, protegerme contra la corrupción y rodearme con Amor.
Oí la voz de mi Complemento Divino: “Permite que el Amor interior se encuentre con el Amor del exterior en una gozosa unión de Espíritu y Materia”.
Sonreí desde mi corazón. Sí, Yo admitiría su Amor en mi cuerpo físico. De esa manera, podríamos fusionarnos mientras Yo aún estaba en una forma tridimensional. Juntos gestaríamos, cuidaríamos y protegeríamos el Templo de mi visión, con Amor Incondicional. Mi Complemento Divino se mantendría cerca de mi corazón y mente, para recordarme que Yo era de mi YO mayor. Juntos podríamos trascender la separación y las limitaciones de la 3ª Dimensión. Ahora Yo estaba listo.
“Sí, iré contigo”, dije al Rey. “¡Construiremos un Templo para sanación e iluminación, para que todos los que entren puedan aprender que el Amor es más fuerte que el temor; y que el Espíritu está vivo en toda la materia!”
Como respuesta, oí que la tapa del sarcófago comenzaba a levantarse.
(El anterior es un extracto del libro ‘Reconstructing Reality’ por Suzanne Lie)
Queridos Iniciados:
Os agradezco por haber escuchado mi historia. Para concluír, os exhorto a recordar que nuestro mayor enemigo es el temor que hemos ocultado profundamente en el interior. Si ese temor puede ser sacado a nuestra consciencia, puede ser liberado con Amor. Por favor, aceptad ahora la mayor directriz de mi vida: ¡El Amor en más fuerte que el temor; y el
Espíritu está vivo en toda la materia!
AHORA Yo os dejo con los Arturianos, quienes nos guían a todos hacia la Luz.
RaHoTep
Queridos:
Nosotros los Arturianos os agradecemos por retornar a nuestro Corredor.
También agradecemos a RaHoTep por contarnos su historia.
Volveremos en unas pocas semanas de vuestro tiempo, para que también Matia pueda contarnos su historia.
Hasta entonces,
Los Arturianos.
Consultoría Energética y Espiritual - http://www.jairorodriguezr.com/
jairorodriguezrr@gmail.com
Editado por Tony de Pablo ©
Editado y Publicado por: https://www.facebook.com/notes/tony-de-pablo/
Re-Publicado por ANSHELINA, la Luz que llama a despertar
http://loqueheaprendidode.blogspot.com
http://romancesdivinossohin.blogspot.com
Re-Publicado por ANSHELINA, la Luz que llama a despertar
http://loqueheaprendidode.blogspot.com
http://romancesdivinossohin.blogspot.com