Hijos míos, queda poco ya, para que el mundo celebre nuevamente
mi "Inmaculada Concepción".
Preciso que ese día estéis en paz con vosotros mismos y con Dios,
sobre todo vosotros, almas conversas que os preocupáis tanto
por haber descubierto vuestras imperfecciones y deseáis abrazar la vida de la gracia.
A todos vosotros, que estáis iniciando el camino hacia el Divino Corazón de mi Hijo, os digo que si vosotros caéis en las redes de alguna imperfección, nunca podréis salir si os inquietáis; al contrario, quedaréis más presos aún.
Debéis comprender pacientemente, el hecho de que vuestro caminar en la perfección será lento, haciendo siempre las cosas de todo corazón, haciendo día a día todo lo posible para avanzar. Siguiendo las enseñanzas de vuestros maestros y de vuestros guías espirituales, el progreso en la fe y en la virtud, se irá haciendo pacientemente, poco a poco, y en lugar de inquietaros por haber hecho poco o nada en el pasado, procurar con todas vuestras fuerzas hacer más en el futuro, y si alguna vez dentro de vosotros, la impaciencia crece al veros caminar con lentitud, no os turbéis; procurad tranquilizar vuestra alma rápidamente y con dulzura.
No os preocupéis demasiado, por los impulsos del amor propio, que dentro de vosotros hay y surgen con fuerza, pues forman parte de vuestro ser. Con sencillez tratad de cambiarlos, por sentimientos de servicio y de amor hacia vuestros hermanos... ¡Tened paciencia con todos, pero principalmente con vosotros mismos!... Dejad de estar intranquilos porque sois imperfectos, y que siempre dentro vuestro, haya la suficiente fe y el valor que os da el saberos hijos amados por Dios, para volver a levantaros de vuestras caídas.
Me agrada tánto ver cuando cada día recomenzáis, pues no hay mejor manera para avanzar en la vida espiritual, que comenzar cada día nuevamente, sin que vuestro espíritu se inquiete por lo poco que hayas hecho el día anterior. No os enojéis ni asombréis, al sentir que dentro vuestro aún viven las imperfecciones que tratasteis de abordar el día anterior. No lo hagáis, porque si bien es cierto hijo mío, que debéis tratar de quitarlas de vuestra alma y de aborrecerlas para poder remendarlas, es necesario que en vosotros no entre la angustia, sino más bien la fortaleza y tranquilidad, para que se haga en vosotros un firme propósito de luchar contra ellas cada día.
Es cierto que, en cada mensaje que doy al mundo, os pido que huyáis del mal, que detestéis el mal... pero debéis de hacerlo con calma y sin perturbación. Mis hijos amados, al intentar huir podríais caer y dar tiempo al enemigo para que os venza. Hasta la misma penitencia deberéis hacerla en paz... Solo el pecado debe ser causa de vuestro disgusto y de vuestro enfado; pero también en lo más profundo de ese vuestro disgusto por el pecado, debe haber alegría y Santo consuelo, de quien solo pertenece al soberano Rey de los Cielos.
¡Hijo mío... enseñad a mis hijos!... no os enojéis, o al menos no os turbéis por haberos turbado; no os alteréis por haberos alterado; no os inquietéis, porque esas pasiones molestas os hayan inquietado; más bien tomad vuestro corazón, y ponedlo suavemente en las manos de vuestro Señor.
Procurad la Paz de vuestro corazón, aunque lo veáis lleno de miserias... Todas las veces que tengáis amargura en el corazón, tomadlo con vuestras manos y acariciadlo, conteniéndolo como se contiene a un niño pequeño, sin dejarlo correr presa de la turbación.
Ponte delante de Dios, con tanta humildad colmada de dulzura y de amor, que haga crecer en vosotros la confianza en su bondad, con la seguridad de que os ayudará a enmendaros... Pídele perdón con toda suavidad, a vuestro Señor... Decidle con sencillez y con dulzura, que estáis seguros de que os ama mucho y que os perdonara.
Recibid al Hijo de Dios en vuestras almas, con tranquilidad de espíritu, pues no mira El vuestras faltas, sino que mira con amor la bella obra de las manos del Padre. Tened la certeza de que sois amados infinitamente, de que a pesar de vuestras muchas faltas, El espera día a día que perfeccionéis vuestro ser; no importa hijos míos, cuantas veces os habéis apartado del camino... ¡Vuestro Padre y mi Hijo os esperan!.
Así sea.
Vuestra Madre os da las gracias, a vosotras mis almas amadas, que intentáis cada día abrazar el amor y enderezar vuestros pasos... Os miro con amor y gratitud, pues sois plenas de virtud aún en vuestras debilidades; no abandonéis el camino que habéis emprendido, más bien perseverad en el. Os amo.
Así sea. Aquí tienes a tu esposa hijo mío, en tus brazos la deposito con amor infinito.
Canal: STARR
6 de Diciembre 2010