¡Deja ir! ¡Deja que Dios satisfaga tu necesidad!
Deja ir. Permite que Dios satisfaga tu necesidad. Dios nunca deja un vacío.
Si estás ansioso, tenso o preocupado por cualquier cosa en tu vida, querido amigo, comienza ahora a descansar, a dejar ir... y a permitir que Dios satisfaga tu necesidad.
No importa lo que parezca que falta en tu vida —bien sea una persona muy querida, un lugar especial, una actividad de gran valor o un sentimiento de bienestar— ten la seguridad de que Dios satisface tu necesidad ahora mismo.
Respira profundamente. Exhala despacio y di en silencio: ¡Dejo ir!... ¡Permito que Dios satisfaga mi necesidad!... Acepta la realidad de que la sabiduría de Dios está siempre presente y disponible, lista para llenarte de comprensión, luz y vida nuevas. ¡Permite que Dios llene todo vacío que parezca separarte de los deseos de tu corazón!... ¡Deja ir! ¡Permite que Dios satisfaga tu necesidad!...
La Luz, la sustancia de Dios y la actividad divina, se moverán en ti y por medio de ti a medida que dejas ir... ¡El proceso creativo de Dios, aguarda tu aceptación de Su acción productiva y sanadora!... ¡Permite que tus pensamientos sean elevados!... ¡Permite que la presencia de Dios disuelva tus temores y dudas... y elimine cualquier duda!... ¡Deja ir y permite que Dios en ti haga la obra!...
Comienza ahora a descansar del afán y el esfuerzo de cuestionar, planificar y razonar. Toma unos momentos durante el día para calmar tu pensamiento y poner toda tu atención en las palabras: "Dejo ir"... "Permito que Dios satisfaga mi necesidad"...
Inmediatamente, experimentarás beneficios visibles y tangibles, en lo externo y en lo interno. Sentirás fortaleza, fe y valor renovados. Tus oraciones serán más efectivas y tu comprensión de la presencia de Dios en ti será más clara.
¡Encontrarás que el Amor de Dios se encarga de lo que no puedas lograr!... ¡Al dejar ir, Dios satisfará libre y abundantemente cada necesidad!...
Dios siempre provee conocimiento, guía, comprensión, fe, curación, provisión, o cualquier otra cosa que necesites. Lo que quiera que tu experiencia de vida parezca ser, tienes —en este mismo momento— una oportunidad de dejar ir tu lucha personal y permitir que Dios se mueva en ti y por medio de ti, para satisfacer todas tus necesidades.
Durante el punto más crítico de la vida de Jesús, cuando las mentes y los corazones de Sus discípulos parecían totalmente vacíos de valor y fe, sus necesidades fueron satisfechas. A medida que los discípulos veían el ejemplo asombroso de la tierna entrega de Jesús, aprendieron acerca del poder milagroso de dejar ir y dejar a Dios actuar. Sus ojos, mentes y corazones se abrieron al mensaje de vida abundante y eterna y amor para toda la humanidad.
El amor y la bondad de Dios siempre llenarán toda necesidad en tus circunstancias, todo anhelo de tu corazón, todo deseo de tu alma de paz y seguridad, y todo buen deseo de la expresión de vida eterna y bienestar.
Aunque a veces parezca que estás separado de lo que ha sido tu gran fuente de comodidad, seguridad o provisión, recuerda: Dios siempre satisface tu necesidad... No importa cuán grande parezca la separación entre tú y la solución a tu deseo más anhelado, puedes confiar en Dios. Repítete una y otra vez, tan a menudo como lo necesites: Dejo ir. Permito que Dios satisfaga mi necesidad.
Deja ir. Permite que Dios satisfaga tu necesidad. Dios nunca deja un vacío. Dios nunca te abandonará. La presencia divina de amor y sabiduría siempre alimenta tu alma en su desenvolvimiento gradual del potencial espiritual. El poder de Dios siempre obra en toda circunstancia.
Al dejar ir y confiar en Dios, todo es transformado —sí, todo— en una bendición. Dios continuamente ilumina los lugares oscuros, suaviza lo áspero, endereza lo torcido y llena lo vacío —con bondad amorosa y gozo abundante.
Deja ir. Permite que Dios satisfaga tu necesidad. Permite que el proceso creativo de Dios comience ahora a llenar cada punto en tu vida que necesite el toque del amor divino y el poder sanador. Dios está listo para hacer lo que no puedes hacer por ti mismo.
Por: Mary L. Kupferle
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